El Barça y la maduración tardía y mediterránea
A Cruyff le salvó de la guadaña la Copa del Rey del año 90. Era el final de su segunda temporada. La primera la salvó con una Recopa, nuestra otra competición fetiche, tristemente fenecida. El técnico holandés comenzó a construir su gran obra al tercer año. Dos fichajes extranjeros (Koeman y Stoichkov) y tres nacionales (Bakero, Begiristain y López Recarte) fueron sus pilares. Con esas piedras y las que sacó de la cantera de La Masia (Milla, Amor y Guardiola) edificó su iglesia, la que permitió que algunos recuperásemos la fe perdida. Atrás quedaban excentricidades como Aloisio o Romerito que a Johan siempre le perdonamos.
Fue curiosamente Núñez, el impaciente presidente que daba más tajos que Alejandro Magno para resolver cualquier querella, el que pidió sosiego a su directiva. El resultado es conocido: del 90 al 94 cuatro Ligas y la primera Copa de Europa.
Xavi acaba de cumplir su primer año. Quizás haya sido un error gastarse 19 millones en despedir a Koeman para traerlo a mitad de temporada. Nos hubiese ahorrado media palanca. Nunca le funcionaron al Barça esas operaciones de medio mandato: Venables, Cruyff, Van Gaal, Rijkaard, Guardiola, Luis Enrique o Valverde empezaron desde el inicio de la pretemporada y todos hicieron proyectos campeones, con más o menos tiempo. La regeneración azulgrana siempre ha sido de maduración tardía y mediterránea, en contraposición con el brote mesetario del Madrid. Seguro que el modelo de juego también influye, pero me quedo con el nuestro, con nuestras Copas y nuestras Recopas como entremeses de los títulos grandes.
Los intentos de acortar los tiempos de maduración nunca han funcionado en la viña blaugrana. Nuestra perdición ha sido tener dinero y gastar a mansalva. Nos pasó con la marcha de Figo y los 10.000 millones de pesetas malgastados en bagatelas (los Petit, Overmars, Gerard o Alfonso) o más recientemente con los 222 millones de euros tras otra huida similar, la de Neymar, y su amplia lista de sustitutos a precio de oro, como André Gómes, Coutinho, Dembélé o Griezmann. Perdimos lo que teníamos ahorrado y lo que no teníamos hasta acabar siendo rescatados por los hombres de negro, con condiciones para el próximo cuarto de siglo más duras que las que nos hubiese impuesto el FMI.
Los primeros sudores fríos antes del derbi (o del Clásico, si ustedes lo prefieren) llegaron con una información a toda portada en la que se detallaba una nueva tanda de fichajes prevista para diciembre. ¡Basta ya! Si hemos gastado 120 millones en Raphinha y Ferran Torres, por poner solo dos ejemplos, con ellos debemos aguantarnos y tratar de sacarles el mejor partido hasta que expiren sus contratos. Ese debe ser uno de los cometidos de Xavi. Nadie se va a volver majara para recuperarlos por la misma cantidad. Griezmann costó 140 y lo vendimos por 20. Es el tipo de negocio que nos ha arruinado. Para el resto, pues a tirar de las piedras de la cantera, esas que son tan sólidas y económicas como el granito de Porriño, los que dieron la cara en el Bernabéu, los Gavi, Ansu Fati y compañía.
Xavi Hernández solo lleva dos meses desde el inicio de la campaña en la que ha diseñado la plantilla. Cruyff era quizás menos dubitativo y más radical e innovador cuando había que serlo. Ya nos hemos olvidado, pero él nunca se equivocaba en la sala de prensa y no dudaba en dar toques dentro y fuera del vestuario, ya fuese por el césped o hasta por el color blanco de los ribetes de Kappa en nuestra camiseta, el año que abandonamos la añorada Meyba. El de Terrassa puede que aún esté algo verde, como el trigo de la meseta en abril, pero ya madurará, como las uvas del Penedès en otoño.