El Barça, tocado y hundido

Después del PSG podría pensarse que la cosa iba a ser más liviana, como si dejase atrás un lastre y pudiese volver a ser el Barça. Los corsarios solían lastrar sus barcos cuando iban a todo trapo a la caza de un incauto bergantín. Aunque tuvieran todo el velamen desplegado, hasta el juanete y sobrejuanete en lo alto de la arboladura, la presa tenía la impresión de que llegarían a puerto sin muchos contratiempos. Entonces, en el ocaso, el capitán ordenaba cortar las amarras del peso muerto y en plena oscuridad su velocidad le permitía saltar al abordaje con las primeras luces del alba.
Quizás haya sido cuestión del calor, de utilizar una camiseta infame para jugar contra un equipo que viste de blanco (estoy por desear que pierda cada vez que no vista de azulgrana y pedir que retiren la patria potestad a los padres que compren segundas equipaciones a sus hijos) pero lo más justo es reconocer que el Sevilla le pasó por encima y le comió las papas desde el principio, por no utilizar otra expresión más apropiada. Ni el arbitraje sirve de excusa en un lamentable primer tiempo en el que los locales barrieron a cañonazos la cubierta azulgrana, una embarcación lenta y con varias vías de agua en la popa.
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Cuando todo ya parecía perdido, Rashford ejerció de artillero-bucanero y la batalla cambió rumbo. Pudo Lewandowski rematar a su enemigo, pero hizo agua, igual que el Barça.
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