El Barça es inmortal y olé
Mientras Laporta presentaba el cartel del 125 aniversario del club y las redes sociales hacían de las suyas –algunos confunden a Miquel Barceló con la pobre señora aquella del Ecce Homo de Borja–, varias de las plataformas y grupos opositores al actual presidente del Barça emitían un comunicado conjunto pidiendo transparencia de cara a la Asamblea de Compromisarios que se debe celebrar este próximo sábado. Uno de los firmantes es un think tank bautizado como El Senyor Ramon, título de una popular canción de La Trinca y que, según su propia definición, pretende ser un espacio “de reflexión y debate alrededor del club con el objetivo de influir y transformarlo en positivo”. Olé.
Ni que decir tiene que son los más imaginativos de cuantos se presentan en tremenda pinza opositora que va desde el laportismo desencantado (ahí podríamos meter desde Víctor Font a Evarist Murtra, por ejemplo) hasta los nietos y bisnietos de antiguos presidentes y, por supuesto, las distintas ramas, o más bien hiedras, del nuñismo. No hace falta ser un lince para saber que muchos de ellos ni siquiera aspiran a gobernar de verdad el club y se conformarían con una silla en cualquier tertulia de radio o televisión. También con una buena dosis de publicidad gratuita para sus negocios, ya sean concesionarios o papelerías. Pero incluso desde este punto de vista tan prosaico y realista –o surrealista, que 125 años de historia dan para conocerse al dedillo los mecanismos que mecen al club- termina el Barça por generar unos afectos y cierta sensibilidad democrática que ya querrían para sí los demás clubes o instituciones deportivas del mundo.
Hay algo en el cartel de Barceló que algunos tuiteros con ganas de mambo han identificado como una gamba, entiendo que de Palamós. Así es este Barça ingobernable que Joan Laporta, mal que bien, trata de sacar del hoyo. O de la tumba. Y no debe ser fácil resucitar a una entidad sociológica que es como un gran monstruo de Frankenstein al que le falta cabeza y le sobran corazones, salvo que uno entienda, de una vez por todas, que sea como sea, este es un club inmortal… Y a veces también una gamba.
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