NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El Atleti y el Barça se despeñan

Actualizado a

Chiste fácil: noche de Brujas en el Metropolitano. Brujas era el equipo contrario, brujas agarraban por los tobillos a los jugadores del Atlético, brujas prestaban su escoba al meta Mignolet, brujas conturbaron a João Félix y a Simeone para que con gestos inoportunos metieran la pata y agravaran más la tarde-noche triste que coloca al que precisamente dice ser y llamarse Brujas como inesperado octavofinalista de una Champions a la que le sobran el Atlético, el Barça y el Sevilla. Salvo felices e improbables sorpresas, veremos a los tres jugando los jueves. Aunque el Cholo, no tira la toalla: todo se puede arreglar ganando los dos partidos que siguen.

Al chasco del Atlético sucedió el del Barça, de mayor dimensión. Digo esto porque hace tiempo que en el Atlético se viene detectando cierta fatiga de lo que podríamos llamar ‘fórmula Simeone’, un amor quizá ya gastado de tanto usarlo, mientras que el Barça está aún estrenando un nuevo modelo en el que depositó la ilusión conjunta de su pasado feliz, de sus gavis y pedris, de sus palancas que abruman con nuevas hipotecas su vieja deuda… Todo eso junto se suponía que debería dar para un tránsito feliz por Europa al menos hasta cuartos, y a partir de ahí llegar hasta donde Lewandowski pudiera remontar el equipo. Pero resulta que todo se reduce a Lewandowski.

Para ser justos, este doble choque con el Inter le ha pillado al Barça con un descomunal agujero en el centro de la defensa por una epidemia de lesiones que ha obligado a desempolvar y poner en evidencia a Piqué, ese CEO de tantas y tan variadas empresas al que el pantalón corto empieza a no sentarle bien. Pero no sé si es sólo eso. Hay algo en el diseño de Xavi que no termina de definir del todo el equipo, algo así como un medio camino entre ser toro (Gavi) o ser torero (Pedri), con el buen y venerable Sergio Busquets en el cruce de caminos sin saber a qué carta quedarse. Nada que no tenga solución, pero el tiempo pasa y Europa no espera.