El año de Garbajosa
Hay guerras que se libran a fuego y otras en los despachos. Casi no tienen comparación, no puede haberla cuando una de ellas se cobra vidas humanas y la otra no, pero sí es cierto que tienen un punto en común: el enquistamiento. Jorge Garbajosa se ha encontrado con las dos modalidades a su aterrizaje en la presidencia de FIBA Europa, del que se cumple este lunes un año. Y parece que fue ayer. Por un lado, Garbajosa se ha topado con dos gravísimos conflictos bélicos que afectan en su área de gestión a tres países afiliados: el ataque de Rusia a Ucrania y la desmesurada respuesta de Israel en Gaza a los atentados terroristas. El deporte, en general, y el baloncesto, en particular, están siguiendo los criterios marcados, en cuanto a vetos y sanciones, por la comunidad internacional, que en este caso concreto viene dictado por las decisiones del COI. No ha sido un desembarco sencillo para Jorge, que como persona del basket ha sembrado amistades por todo el mundo, en un lado y el otro de las trincheras.
Luego está la otra guerra, que se ejerce con corbata: las relaciones entre la Euroliga y la FIBA. Lo de guerra es una metáfora, obvio, aquí no hay víctimas físicas, aunque ambas comparten la herencia de muchos años de conflicto, que han creado “una maraña difícil de desenredar”, en palabras del propio Garbajosa. El dirigente trabaja con este ovillo en las manos en un plazo todavía indefinido, con la clave de unificar “el segundo estrato de las competiciones europeas”, o el estrato intermedio, “para conectarlo con las Ligas Nacionales y con la Euroliga”. Ahí entra la fusión entre la Eurocup y la Champions, de la que tanto se ha hablado, para crear una pirámide única, dentro de un calendario donde hay que ensamblar también a las Selecciones con sus Ventanas. No será el próximo curso, quizá sí el siguiente. Garbajosa es un hombre de consenso. Y de paz.