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El adiós interminable

Guardemos la foto, por si es la última. Eso mismo debió pensar este lunes la mayoría del público que abarrotó las gradas de la Philippe Chatrier para presenciar una primera ronda con aura de final, entre ellos algunos tan ilustres como Novak Djokovic y Carlos Alcaraz. Nadie se lo quería perder. Es posible, muy posible, que Rafa Nadal haya jugado su último partido en Roland Garros, el Grand Slam donde ha firmado las páginas más bellas del torneo para establecer uno de los récords más increíbles de la historia del deporte: 14 títulos. Pero no es cien por cien seguro. El propio Nadal ha dejado una puerta abierta a su regreso, o más bien una rendija, un espacio pequeño, pero lo suficientemente significativo para no poder titular todavía: ‘Adieu, París’.

Fue Rafa quien pidió que no quería homenajes en la pista, ni nada que sonara a despedida, más allá del calor espontáneo de los aficionados. Igual que había hecho en Roma y en Barcelona. Sólo accedió a recibir ese tributo en Madrid. Sí cogió el micrófono para decir que hay un amplio porcentaje de que haya jugado su último Roland Garros, pero también un mínimo porcentaje de que vuelva. En cualquier caso, emplazó a todos para los Juegos Olímpicos de París 2024 sobre ese mismo albero. A la par, soltó una retahíla de agradecimientos que podían interpretarse como una despedida, sin todavía serlo.

Nadal acababa de terminar su choque frente a Alexander Zverev, donde se mostró más competitivo que en toda la temporada, aunque aún falto de ritmo para poder doblegar al jugador más en forma del momento. Por primera vez en este curso, Nadal no se ha sentido lastrado por el dolor, ha podido entrenar bien, jugar bien, aunque eso no le dé para tumbar al número cuatro del mundo y favorito a la Copa de Mosqueteros. Con otro rival delante, quizá hoy continuaría en el cuadro. Eso le anima a seguir, a pensar que aún queda algún capítulo de gloria que escribir. Y alarga su adiós interminable sin avistar la última meta. Ya se verá…

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