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Las recetas, las viejas recetas escondidas en una cuartilla doblada en el fondo del cajón recuperan sabores pasados, no tienen por qué ser los mejores, pero sí tranquilizan, sosiegan y traen la calma para triunfar en la recepción de cualquier visita. Y eso es en lo que se resume el Atlético hoy, con un ingrediente estrella, un sabor añejo y dulce, procedente del esloveno Valle del Selska.

Sigue sí, porque nunca se fue, a pesar del esfuerzo de alguno. En las últimas semanas al Atlético le han vuelto a temblar las rodillas, como el año pasado a estas alturas o el anterior... Millones en fichajes después, la solución para “competir” o ser “granítico” no ha sido otra que confiar en una viaja partitura y en las manos, las mejores, de un portero que, ya no es que pare las que van dentro, es que te organiza el contragolpe cual mariscal de campo. Como el mejor Patrick Mahomes, encadena dos partidos lanzando a sus receptores para sacar del apuro al Atlético de los fichajes. De paradas, ni hablemos.

Porque los datos desnudan cualquier planteamiento. El Atlético en París, el del resurgimiento, ni fue rocoso ni fue granítico. Ya no es por los 22 tiros recibidos o las 8 paradas de Oblak. Es que Luis Enrique se tenía que mesar los cabellos porque pocas veces había disfrutado de tal sometimiento. 107 pases de su equipo en el último tercio del campo y un mapa de dominio en el que el Atlético únicamente aparecía ganador en tres de las 30 zonas del campo. En dos de los tres tercios de su área y en una de las parcelas en el extremo derecho del ataque.

Oblak arrancó la temporada viendo cómo se optaba en el mercado por meterle avispas en el bolsillo, para “estimularle”. Como si las necesitara por esa cantinela de que no era el mismo. El gran problema de Oblak ha sido su escala de medida autoimpuesta, la del milagro. Si no se daba, parecía transparente. Un baremo insoportable para cualquiera, más aún en este Atlético. Ese rasero no se le ha impuesto ni a los más caros que visten la rojiblanca.

Entonces, pasamos del Cholismo al Oblakismo, el que te permite ganar en París con ese pase a lo Mahomes jalonado por un ramillete de paradones o el de Mallorca, previo milagrito primero ante Larin y después frente a Abdón (se pueden citar otros como Celta o Real Sociedad, por ejemplo). Y no es baladí, porque mientras algunos dentro se replantean ya la idoneidad de parte de los fichajes y de alguna de las bajas, los prodigios de Oblak permiten ganar tiempo, y eso es mucho, muchísimo, mientras otros aparecen...

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