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Decepción. Es lo que siento nada más terminar el partido de la Real Sociedad en el Santiago Bernabéu. Pero que se me entienda bien. No es decepción por la imagen ofrecida por el equipo de Imanol Alguacil contra el Real Madrid. Sino por el resultado final. Porque poco más se le puede pedir a los txuri-urdin en un escenario de esas dimensiones. Con las lógicas mejoras y aspectos que debe corregir, porque de otra manera estaríamos hablando de otro marcador, creo que la puesta en escena de la Real en Chamartin es para tener muy en cuenta. Su primer cuarto de hora fue soberbio. Su primera media hora, muy valiente. Y su primera parte, más que interesante. Y a pesar de todo eso, fue insuficiente.

Entre otras cosas, fue insuficiente porque a la Real le faltó dar continuidad a esa valentía tras el descanso, y poco a poco se fue quedando sin fuelle para seguir inquietando la portería de Kepa Arrizabalaga, como sí había hecho en la primera parte. Fue una pena. Seguramente, en esa sensación influyó que el gol del empate de Valverde llegara nada más volver de vestuarios. También el hecho de que el Real Madrid tuviera tantos apuros para remontar el gol de Barrenetxea. Te deja esa sensación de oportunidad perdida. Aunque también refuerza la idea de que para sacar algo del Bernabéu tienes que hacer un partido perfecto desde el principio hasta el final. Y la Real no estuvo bien hasta el final. Estuvo regular hasta el final. Bien, lo que se dice bien, podemos hablar de la primera mitad, cuando exhibió un nivel espectacular.

Es una decepción al Kubo, que no al cubo. Porque no podemos estar enfadados con el nivel de la Real en casa del Real Madrid. El hecho de estar hasta el final con opciones de empatar, a pesar de que en la segunda parte las ocasiones brillaron por su ausencia, tiene mucho mérito. Pero lo digo porque seguro la mayor decepción fue para Kubo. El japonés lo hizo todo bien y fue un auténtico arsenal de fútbol. Su primera parte es para enmarcar. Dio la asistencia de gol, marcó otro pero fue anulado por fuera de juego de Oyarzabal, regaló otro que marró Merino, y estuvo cerca de otro, pero se encontró con Kepa. Se doctoró en el Bernabéu, donde mostró al mundo entero que es un jugador de élite mundial. Con todo, reconozcamos que la Real se mantuvo de pie hasta el final también gracias a Alex Remiro, que volvió a hacer otro partidazo contra el Real Madrid.

La Real hizo muchas cosas bien, su actitud es para estar más que orgullosos, pero no sirvió para puntuar. Habrá que seguro mejorando. Por ejemplo, los delanteros, que deben espabilar. O Hamari Traoré, que aporta mucha energía en sus acciones y es de agradecer, pero que tácticamente necesita afianzarse mucho más en la zaga realista. O Tierney debe soltarse definidamente. O Le Normand despertar, que no anda fino. En fin, a pesar de la imagen, la Real se volvió de Chamartin con otra decepción. Esta vez fue al Kubo.