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De la tierra prometida a tierra de nadie

Eduardo Coudet, que no necesitaba mucha chispa para encender, se cogió un mosqueo grande cuando leyó en los medios que el Celta estaba en tierra de nadie al final de la temporada pasada. Luego matizó que no conocía la expresión y pensó que significaba otra cosa. No sé si Carvalhal se enfadará, no lo creo porque su talante es mucho más comedido, pero el Celta vuelve a estar en tierra de nadie. Europa, esa tierra prometida con la que sueñan en Vigo, deberá esperar. El único objetivo celeste ahora es lacrar una salvación que está ya redactada.

Lo que seguramente moleste más a Carvalhal es el juego de su equipo en los últimos partidos. Los vigueses empataron in extremis frente al Sevilla jugando en superioridad durante 70 minutos, perdieron merecidamente en casa ante un Mallorca que llevaba cinco meses sin vencer a domicilio y apenas opusieron resistencia en el Bernabéu contra un Real Madrid que jugó al ralentí. No necesitaron más los blancos para doblegar a los celestes. Es cierto que había ausencias importantes (Mallo, Aidoo, Carles Pérez), pero el juego del equipo dejó mucho que desear, no fue ese equipo rebelde que intenta circular con criterio o que amenaza con transiciones vertiginosas. Al contrario, fue un equipo previsible, incapaz de frenar las acometidas rivales e impotente en ataque. Todavía en abril, el Celta se queda ya en tierra de nadie. Otra vez.