De la Liga Hanseática, a la de Campeones
Flick sabe que no puede rehuir esta batalla ni ponerse de perfil. Luego vendrá un desplazamiento mucho más exigente a Londres.

A la ciudad de Brujas le dieron nombre y fama sus puentes. Aunque por allí se dejó sentir la fuerza ortodoxa de la España, por entonces martillo de herejes y las picas de sus Tercios de Flandes, nada remite a una caza de ‘meigas’, como induce a pensar su nombre castellanizado. Fueron los puentes (en su denominación flamenca), sus canales y el comercio de la Liga Hanseatica los que ahormaron sus calles y su espíritu emprendedor.
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Desaparecida la Liga Hanseatica, precursora de la Europa de los mercaderes, esta Liga de Campeones permite a Brujas reivindicar su glorioso pasado. Con una ciudad que apenas pasa de los 100.000 habitantes, el mero hecho de competir les vale, a sabiendas de que la victoria final les está vedada. Para un brujense (creo que ese es su gentilicio) competir y regatear es su ADN. No debiera despreciarlo este Barça plagado de bajas en todas sus líneas, antes de medirse con las huestes locales. Nunca les gustaron los invasores (que se lo digan a Felipe II y sus descendientes) y hoy volverán a demostrarlo. Flick sabe que no puede rehuir esta batalla ni ponerse de perfil. Luego vendrá un desplazamiento mucho más exigente a Londres, aún sin recuperar del todo a parte de su temible infantería. Acudir a esa cita con un resbalón inesperado colocaría al equipo en un ataque de estrés, una exigencia máxima con tantos frentes abiertos, como Felipe II al final de su reinado.
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