De la Fuente no tiene arcén
Pedro Rocha ha confirmado a De la Fuente como seleccionador, y es sabido que para un entrenador no hay peor síntoma que la ratificación de su presidente en tiempos convulsos. ¿Está De la Fuente en mala posición? Digamos que no tanto como Jorge Vilda, pero tampoco está para tirar cohetes. Sus aplausos a Luis Rubiales en la Asamblea de la Federación le han retratado ante la opinión pública. Lo último que necesita es pinchar con la Selección en los partidos de clasificación para la Eurocopa 2024 que tiene por delante en septiembre y octubre.
Se clasificarán para la Euro de Alemania los dos primeros de cada grupo, y España es cuarta en este momento. Manda Escocia con un pleno de 12 puntos. Detrás están Noruega y Georgia, con cuatro. Y con tres aparece La Roja, que lleva dos partidos. Los próximos rivales son, por este orden Georgia (Tiflis), Chipre (Granada), Noruega (Oslo) y Escocia (Sevilla). Lo dos primeros partidos serán la semana que viene, y los dos siguientes el mes que viene. España se juega la clasificación directa, y Luis de la Fuente se juega el puesto. Después de todo lo que pasó en la Asamblea no le van a perdonar una eliminación. Se ha quedado sin arcén, lo que supone que un pinchazo le saca de la carretera.
De la Fuente ha dado sus explicaciones sobre la polémica, que son las que han dado casi todos: que fueron a la Asamblea como corderos al degolladero. En realidad no es la primera vez que pasa, más bien al revés. Todas las Asambleas de la Federación en el último medio siglo han sido un paseo militar. Hay uno que manda y 140 que obedecen, y el seleccionador es uno de los segundos. Pero esto no ha sido con Rubiales, esto ha sido también con Porta, Roca, Villar y Larrea, que yo haya vivido. Y así seguirá mientras no se ataque el problema de raíz, que sería pasar de un censo de 140 votantes a otro con el millón largo de federados, lo que haría imposible manejar el cotarro tan fácil como ha sido hasta ahora. Lo digo por poner un ejemplo de medidas de control. Otra sería limitar los mandatos a dos períodos de cuatro años. Porque cuando son más de ocho años en el machito pasa siempre lo referido: que uno se acostumbra nada más que a mandar y los demás sólo a obedecer.