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Cristiano, punto final

Este fin de semana Mourinho volvió a ser expulsado en la liga italiana y su equipo –la Roma– sigue fuera de los puestos europeos. Entretanto, Cristiano Ronaldo era entrevistado en la televisión británica por Piers Morgan –el periodista que más elogios le ha dedicado recientemente, por no decir el único– y dinamitaba su futuro al decir que se siente traicionado por su entrenador en el Manchester United, y de paso reprendía a un antiguo compañero de equipo, Wayne Rooney. Pienso en Mourinho y Cristiano, con toda su amargura, y veo las ruinas desmoronadas de ese Real Madrid que solo consiguió quitarle una Liga (2011-2012) al Barça de los Guardiola, Tito Vilanova y Messi. Los veo hoy, una década más tarde, y son dos llaneros solitarios que se resisten a adaptarse al presente.

En el caso del desquiciado futbolista portugués, el Mundial se ha convertido en un escaparate para encontrar nuevo equipo, aunque lo ocurrido en verano nos dice que quizá no tenga tanto donde escoger. Su situación es muy distinta a la de su archirrival Leo Messi. Para el argentino también será su último Mundial, y lo afronta incluso con más ansiedad y urgencia porque tiene detrás a todo un país que le transmite la obligación de ganarlo. La principal diferencia es que, a sus 35 años, Messi ha sabido evolucionar alrededor del equipo sin perder liderazgo, mientras que Cristiano se ha ensimismado y a menudo ve a sus propios compañeros como rivales. Es la imagen de un jugador arropado por su equipo contra la del goleador solo, en su ocaso, sacando pecho para llenar la pantalla.

Estamos ante un Mundial distinto por muchas cosas. Como cada cuatro años se confirmarán los nuevos talentos del fútbol, pero Qatar será también el crepúsculo de los dioses, el telón final para Cristiano y Messi. Veremos lo que ocurre en enero, pero no me sorprendería que, como Gloria Swanson en Sunset Boulevard, la película de Billy Wilder, llegue el día en que Cristiano diga: “¡Yo sigo siendo un grande! Es el fútbol el que se ha hecho pequeño”.