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El gigante de Bree. Hace 30 años vino Tibu Courtois a este mundo en esta pequeña ciudad del noreste de Bélgica, de apenas 15.000 habitantes. Allí pueden presumir de ser paisanos de este gigante de dos metros que es sin discusión el mejor portero del planeta Tierra. Y me gusta que su nueva exhibición la protagonizase vestido de negro, como Yashin o Iribar, otros porteros de leyenda. Tibu dio un master ante el Valencia de Gattuso, que llevó al campeón de Europa hasta el límite de la tanda de penaltis. Cierto que el VCF tiene a otro guardameta de talla mundial como es Mamardashvili. El georgiano mantuvo también vivo a su equipo hasta el último aliento. Pero Courtois es mucho Courtois. Durante la prórroga se puso la capa de héroe al sacarle al joven Fran Pérez, el hijo de Rufete, un mano a mano que era gol sí o sí. Tibu alargó su ‘gadgeto-brazo’ para hacer una parada milagrosa, de esas que valen títulos. Y en la tanda de penaltis demostró el Terminator belga que tenía estudiado cómo tiraba los penaltis Gayà. Antes, Benzema, Modric, Kroos y Asensio dieron una master-class de cómo se soporta la presión en las tandas en las que el coco es tan importante como la calidad técnica en el golpeo. La presión es para los valientes y en esa asignatura esta plantilla va sobrada.

Buen precedente. En aquel 8 de enero de 2020 ‘prepandemia’ saltó el Madrid al estadio King Abdullah de Yeda con Courtois, Carvajal, Varane, Sergio Ramos, Mendy, Casemiro, Valverde, Kroos, Modric, Isco y Jovic. Zidane probó un once revolucionario ante la ausencia obligada de Benzema (se quedó en Madrid por lesión), rodeando a Jovic de cinco centrocampistas. Los 40.877 aficionados presentes (casi todos merengues) vibraron con los goles de Kroos (¡gol olímpico!), Isco y Modric. Tres años después, de aquel once solo repitieron dos jugadores de salida: Kroos y Valverde. Luego se incorporaron Modric, Carvajal y Asensio. En Valencia jugaron en 2020 Jaume; Wass, Garay, Paulista, Gayá; Coquelin, Kondogbia, Parejo, Carlos Soler; Gameiro y Ferrán Torres. Solo el capitán Gayà repetía de salida en un Valencia que tiene a Gattuso en vez de Albert Celades, su técnico en aquella ocasión. El desenlace no varió tres años después, pero este Valencia murió de pie y con las botas puestas. No tienen nada que reprocharse. Cierto que el Madrid de Ancelotti está en fase contemplativa, como si saliese de una horrible resaca que le impide jugar con la lucidez y la brillantez que nos tiene acostumbrados. Pero lo importante es competir hasta el día que tus biorritmos están bajo mínimos. Y ojo que el equipo supo resistir tras las lesiones de Lucas Vázquez y Militao. El brasileño, literalmente, dio la cara por el Madrid para evitar un gol. Ojalá el balonazo no le deje secuela de ningún tipo. Por cierto, el Madrid ha roto otra maldición en esta Supercopa. El campeón anterior ni siquiera lograba llegar a la final. Pero los blancos en este país se sienten como si estuvieran en casa...

La Supercopa. A mí me gusta este modelo de Supercopa. Durante cinco días hay dos semifinales a vida o muerte y una final que da mucho prestigio al campeón. Cierto que se echa en falta el calor de la afición española de cada equipo participante, pero el fútbol es universal y ya no hay fronteras. Me resulta conmovedor que miles y miles de saudíes vibren con la tanda de penaltis y acaben cantando el “Así, así, así gana el Madrid”. Cuando te muestran tanto amor sincero a casi 5.000 kilómetros de casa uno siente orgullo por el valor de este equipo para seguir luchando por todos los títulos después de haberlo ganado todo en estos últimos años. Una derrota hubiese abierto una brecha peligrosa. Pero en la zozobra y la agonía, este equipo siempre sobrevive. A todo.