Correa, siempre Correa, bendito Correa

Y de pronto todo cambió. Y de pronto lo que solo era fútbol se hizo otra cosa. Nada había ocurrido hasta el momento. Incidentes. Ni en la previa, alrededores o comienzo. Sólo pelota. Pero tanta tensión de derbi solo necesitaba una espita y ésta fue el gol del Madrid. Vino precedida de una falta, con amarilla, que le pitaron a Le Normand casi en la frontal. Una jugada casi un calco de la justo anterior en tres cuartos: Lino caía en el suelo con el árbitro señalando “fútbol”. Ninguna era falta, pero una se pitó. Y terminó en el gol del Madrid. La espita.

Era el 64:18 y el partido había cambiado para siempre. Courtois celebró hacia la grada y la grada contestó lanzando objetos. El portero se fue por primera vez al árbitro con un mechero entre los guantes. Desde la megafonía se pedía que no se lanzara más, pero este derbi ya no era el mismo que hacía un rato, el del himno a capella y el tifo-explica-todo (“Hasta el fin de mis días”). Se detuvo el fútbol. Y, aunque volviera, por desgracia, el Atleti pareció no hacerlo. Hasta que Correa se puso al equipo por montera para arañar un punto con todo su pundonor y corazón. Bendito Angelito.

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