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Con la muerte en los talones

Estaba a punto de bajar el telón del entreacto cuando el Barça pudo sentenciar el partido con uno de esos goles que merecen un Goya en la modalidad de mejor interpretación de reparto. Desde el pase largo y en diagonal de Lamine Yamal vimos un enorme plano secuencia que incluyó la galopada orientada de Pedri rematada con un taconazo hacia el área, el centro medido de Gündogan y el remate a bocajarro de Lewandowski.

Incluso dio la impresión de que el delantero polaco estaba ya ensayando en español la frase de rigor para pronunciar ante la academia de nuestro cine mientras se acaricia el cabezudo galardón: “Sin mis compañeros no hubiese sido posible”. Sin embargo el ariete falló con el revolver y menos de un minuto después empataba el Granada. Lo que parecía una cómoda sesión de noche ante el vicecolista en las plateas de Montjuic se convirtió desde ese momento en una película de suspense que a ratos parecía de terror, sobre todo cuando el balón rondaba el área local. Me pareció incluso ver a Cary Grant escapando del vuelo rasante de una avioneta fumigadora.

El Barça vuelve a decir adiós al título de Liga. De hecho lo lleva haciendo desde el clásico de la primera vuelta, cuando el Real Madrid se llevó la victoria en el último minuto, como acostumbra. Eso sí que es encasillarse en un papel.