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Ceballos, la mística y el orden de las cosas

El Madrid encontró un líder imprevisto en Vila-real, donde Ceballos disfrutó de su mejor noche en el sufrido territorio que le ha tocado recorrer en el club. El partido le viene de perlas. Tiene 26 años, su contrato termina en junio y una actuación de este calibre despertará mucho interés en las cancillerías del fútbol. Al Real Madrid también le traerá satisfacciones. En gran medida, permanece en la Copa por la contribución de Ceballos en el segundo tiempo, después de una primera parte lamentable, tan decepcionante como en la final de Supercopa.

Ceballos forma parte de un amplio grupo de jugadores poco aprovechados, sin apenas presencia en las alineaciones. En el sistema de jerarquías actuales, Ceballos está por encima de Odriozola, Vallejo y Mariano, que juegan de ciento en viento, pero por debajo de suplentes que cuentan con tiempo de calidad en el repertorio de Ancelotti, caso Lucas Vázquez, Asensio o Rodrygo. Figura en el penúltimo escalón, más o menos a la altura de Nacho, contribuidor decisivo en grandes momentos del Madrid en los últimos 10 años.

Sin los lesionados Carvajal y Lucas Vázquez, Ancelotti tiró de Nacho como lateral derecho, en el papel de comodín que se la ha asignado desde los tiempos de Mourinho. Es difícil rendir tan bien en tantas posiciones, y el partido contra el Villarreal lo confirmó. Nacho no destacó en una de sus pocas apariciones esta temporada, pero su prestación defensiva fue muy superior a la de Rüdiger y Mendy, de nuevo en entredicho.

El Villarreal barrió al Madrid en el primer tiempo. Lo hizo con vigor, clase, velocidad y la impresionante aportación de Gerard Moreno, un futbolista especial. No es el más veloz del mundo, pero sí un brillantísimo intérprete del juego. Conoce al dedillo todos los misterios del fútbol: la utilización adecuada del cuerpo, los perfiles, la capacidad para descubrir zonas desatendidas de los rivales, la claridad para descubrir pases y el oficio de los buenos delanteros en el remate, con el pie y la cabeza.

El Madrid se abocó a la catástrofe, pero salió ganador en el mismo campo donde había perdido hace dos semanas. Ganó porque su creciente producción en el segundo tiempo resultó imparable al Villarreal, privado de Albiol y Foyth tras el descanso, sin sustitutos de garantías en los casos. El déficit defensivo del equipo de Setién y la caída de energía coincidió con el ingreso de Asensio y especialmente de Ceballos, que añadió el trazo que requería el equipo. En cuanto a la energía, no había color. Camavinga empujó al equipo, Vinicius crujió a Mandi y poco a poco todas las piezas se ajustaron.

No son novedosas esta clase de remontadas del Madrid. En este capítulo, no admite comparación en el mundo del fútbol. La última temporada se distinguió entre todas por la habilidad del equipo para escapar de unos cuantos infiernos. Es la mística a la que se agarra el madridismo después de la victoria contra el Villarreal, previa al partido de mañana en San Mamés y al enfrentamiento con el Atlético de Madrid en los cuartos de final de Copa del Rey.

A la inmensa mayoría de los equipos se les mide por el rendimiento de su juego, por lo general equivalente con los resultados que obtienen. El Real Madrid es diferente. Su juego ha sido deficiente en las últimas jornadas, merecedor de críticas y también de algún reproche de Ancelotti. Pero el Madrid es un caso aparte. Cuando juega mal, consigue beneficiarse de su singular mística, hasta el punto de cambiar el orden natural de las cosas en el fútbol. En caso de problemas, primero llega la mística que mantiene el equipo a flote y engrasa poco a poco el juego, los resultados y los títulos.