Opinión

Carlo Ancelotti y los réditos de la tempestad

Esta temporada está siendo un ejemplo de la aversión que tiene este Real Madrid a la derrota.

Los jugadores del Real Madrid celebran el primer gol madridista ante Las Palmas.
JESUS ALVAREZ ORIHUELA | DiarioAS
Santiago Segurola
Actualizado a

El madridismo es tan refractario a las derrotas que las recibe con sorpresa. Nunca las tiene entre sus planes. Es probablemente la mayor característica de un club que lo ha ganado todo y con una frecuencia extraordinaria. O quizá coseche tantos éxitos por el imperativo que el equipo tiene de ganar y evitar la exposición al horror vacui que provocan las derrotas. No hay parangón en este rechazo al fracaso, que en el resto de los grandes clubes se asume como una parte desagradable, pero natural, de su existencia. Esta temporada es un ejemplo de la aversión del Real Madrid a la derrota y el relato tremendista que se desata cuando un roto se interpreta como un destrozo. Suele ocurrir cuando el Barça está por medio de lo impensable.

La final de la Supercopa, un torneo menor que la identidad de los dos finalistas elevó un par de peldaños en la escala de importancia, se explicó con sencillez. El Barça deslumbró en su mejor partido en muchas temporadas y el Madrid se estrelló en una de las actuaciones más decepcionantes que se recuerdan en años. En cualquier caso, se trató de un partido que no modificaba el curso de los acontecimientos en las dos grandes competiciones, Liga y Copa de Europa, y dejaba abierta la hipótesis de la revancha en un eventual enfrentamiento en las próximas rondas de la Copa del Rey, incluida la posibilidad de una final Real Madrid-Barça.

La reacción a la derrota en Yeda fue comparable al desplome de la bóveda celeste. Se interpretó en términos apocalípticos, una humillación estomagante que requería castigo a los culpables, uno a la cabeza de todos: Ancelotti. Cuatro días después, en los octavos de final de la Copa, el Madrid se enfrentó al Celta en medio de un ambiente radical, con la continuidad de Ancelotti sometida a juicio sumarísimo. Esa fue la opinión mayoritaria en las tribunas periodísticas antes y durante el partido, que derivó en la prórroga a una contundente goleada del Real Madrid.

Ancelotti es mucho más que un entrenador en un club por el que han desfilado decenas de entrenadores, algunos de gran éxito. Su hoja de servicios en el club no resiste comparación, más aún en esta era de fútbol global. Su contribución excede a los numerosos éxitos que ha conseguido. Pronto superará a Miguel Muñoz y se convertirá en el técnico que más partidos ha dirigido en el Real Madrid. Su producción extradeportiva es igual de interesante. Maestro de la comunicación, Ancelotti traslada una idea ejemplar de su trabajo, consagrado al servicio del club. El prestigio institucional del Real Madrid siempre se encuentra en las mejores manos cuando el técnico italiano se explica.

Apenas han pasado 10 días desde que la derrota ante el Barça -sí, cualquiera sabe lo que significan estos partidos y la evidencia de la lamentable actuación del Madrid-, pero lo que se interpretó como una ardiente crisis ha derivado en un clima bonancible, de campo y playa. Han bastado dos victorias. De la misma manera que el madridismo y su entorno mediático se sorprenden con las derrotas porque nunca entran en sus planes, el reciclaje es instantáneo. Digamos que la adicción al éxito ejerce un poder superior a la frustración de las decepciones.

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La borrasca se ha esfumado y, lejos de tambalearse, el Madrid sale de la crisis con un rédito extraordinario. El fútbol es así de juguetón. Ha marcado 10 goles —cinco al Celta, cinco a la UD Las Palmas—, es líder en la Liga, dispone de dos partidos aparentemente sencillos para completar los deberes en la Liga de Campeones y se evita un enfrentamiento con el Barça o el Atlético de Madrid en los cuartos de final, además de disfrutar de una versión genial de Mbappé, el gran acusado en la anterior crisis (0-4 con el Barça en la Liga). A todas estas cuestiones se refirió Ancelotti en su opinión tras la victoria sobre la UD Las Palmas. Se le notaba molesto, contrariado. No le faltaban razones.

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