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El fútbol es tradicional en algunos aspectos y refleja valores clásicos de la sociedad. La antigüedad supone un criterio relevante en el ejército, en la universidad o en el terreno de juego. El capitán es el veterano. Nadie discute ese papel a Sergio Busquets en la Selección ni en el Barça, a pesar de sus altibajos en el juego. También el Madrid se ha alineado siempre con esta costumbre no escrita. Con 26 años, Raúl se convirtió en el más joven capitán merengue. Claro que llevaba ya una década en el primer equipo. En general, los capitanes del Madrid han sido siempre veteranos contrastados: Benzema, actualmente. Así que el Madrid-Barça es también un Clásico de capitanes. Ambos tienen 34 años y muchos partidos a sus espaldas.

Sin embargo, siempre ha habido quien madura precozmente. Cuando el Senado romano otorgó el mando de los ejércitos a un jovencísimo Pompeyo, algunos dijeron que estaba verde. Contradiciendo a sus detractores, a los veintitantos años se ganó el apelativo de ‘Magnus’, reservado comúnmente para figuras como el gran Alejandro. También el fútbol genera jugadores que parecen haber nacido ya viejos. Mikel Oyarzabal mostró, desde joven, una dedicación y una seriedad tan ejemplares que ya lucía el brazalete de capitán en la Real Sociedad con solo 21 años. No ha sido el único: Fernando Torres asumió esa responsabilidad en su segunda temporada en Primera División con el Atleti. ‘El Niño’ respondió con 19 goles, el mismo número que los años que tenía.

La capitanía es a veces el premio que el club dispensa al jugador para que se sienta reconocido, quede públicamente comprometido y se inhiban las tentaciones para cambiar de aires. El jugador lo sabe y accede. En ocasiones, incluso lo reclama. Con 19 años, y en su tercera temporada en el Valencia, Ferran Torres estaba tan seguro de sí mismo que puso como condición para quedarse que le nombraran capitán. No atendieron su petición y se fue al Manchester City. Lo primero que hizo cuando se marchó fue rajar contra su antiguo capitán, Dani Parejo. Demostró así que tenían razón los que consideraban que no atesoraba aún la madurez y templanza necesarias para constituirse en el indiscutible ejemplo de un equipo. Como la autoridad, el liderazgo se gana, no se exige. La humildad y la perseverancia también son elementos esenciales en el líder. Ferran habrá tenido tiempo para pensarlo en el banquillo del Barça.