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¿Cabeza de ratón o cola de león? El fútbol es un ámbito más en el que poner a prueba una de las disyuntivas que, tarde o temprano, la vida nos pone por delante. Hace seis temporadas que Dani Ceballos decidió salir del Betis rumbo a la capital de España. ¿Quién no querría jugar en “el mejor equipo del mundo”? El Madrid le cedió durante dos años al Arsenal y le rescató después. Pero juega poco. En su primera campaña de merengue salió de titular en cuatro partidos de Liga. En la temporada pasada, solo en dos.

Ni siquiera juega de inicio en la Copa del Rey, donde los entrenadores suelen dar minutos a los que tienen que resignarse a ser una pieza secundaria en la competición liguera. En la pasada eliminatoria contra el Villarreal, el ex del Betis saltó al césped en el minuto 56 cuando su equipo sucumbía 2-0 ante el Submarino Amarillo. Una asistencia y el gol definitivo le encumbraron como el héroe del partido. Sin duda, el sevillano durmió feliz y yo me alegro por él, pero, ¿es suficiente? Ocurre en todos los equipos. En el Betis, Loren, al que el entrenador le dijo que no contaba con él, decidió permanecer en el club que le vio triunfar. En las semifinales de la Supercopa contra el Barça rompió a llorar tras anotar un soberbio gol de tacón, tras sustituir a Fekir en la prórroga. El delantero deshoja la margarita de su futuro. Tiene varias ofertas de equipos de Segunda. ¿Qué hacer?

Me cuenta Santi Cazorla que allá por el año 2005, cuando Pellegrini —entonces entrenador del Villarreal— le dijo el primer día de pretemporada que el centrocampista no alcanzaba el nivel requerido, se marchó disgustado a su Asturias natal, hasta el punto de ponerse a jugar pachangas con sus amigos. El Recre de Marcelino García Toral le dio una oportunidad y el equipo onubense hizo, bajo la batuta de Cazorla, la mejor temporada de su historia. “Pensé que era un paso atrás —recuerda Santi—y fue el año más importante de mi vida futbolística. Ahí maduré”. El resto —incluyendo su vuelta al Villarreal en dos ocasiones, sus cinco años en el Arsenal y sus dos Eurocopas— es bien conocido. Solo está orgulloso de la primera, en 2008: “En la segunda (en 2012) solo jugué diez minutos, así que ganarla no me hace ninguna ilusión”. Ceballos medita su renovación. Si fuera él, yo hablaba con Cazorla. O con Héctor Bellerín, que lo tiene claro.