Bellingham, Ancelotti y la pastilla de jabón
Cada partido es una baraja que reparte cartas diferentes; buenas, malas y regulares. Al Real Madrid le vino una mano espléndida contra el Nápoles -cuatro goles, una monumental actuación de Bellingham, el primer tanto de Nico Paz, la oportunidad por fin concretada por Joselu en una noche de frustraciones-, con una excepción: la lesión muscular de Brahim. No parece importante, pero el número de lesiones aumenta y el Madrid mantiene abiertos todos los frentes. En cuanto a Kroos, los años pasan, pero su rendimiento impresiona. Terminó el partido con un festival de pases, los fáciles y los difíciles, que en pies del alemán siempre parecen sencillos.
Bellingham y Kroos son dos jugadores de distintas generaciones y perfil diferente en el campo. El inglés es ubicuo, con una particularidad sorprendente: por donde aparece, funciona con la precisión del mejor especialista. Responde a un tipo de futbolista que ahora se denomina ‘todocampista’, adjetivo que suena de maravilla, pero que en la mayoría de los casos refiere a jugadores esforzados, de gran despliegue, pero sin un trazo definido. Gente que sirve para muchas cosas, pero no destaca en ninguna.
Bellingham pertenece a otra especie, una sin duda muy superior. Sirve para todo y en todo destaca. Uno de los aspectos más evidentes es su extraordinaria relación con el gol. A estas alturas de la temporada, su promedio le sitúa a la altura de los mejores pistoleros actuales: Haaland, Kane, Mbappé. Es decir, con los mejores especialistas del mundo. No se esperaba esta productividad, pero los partidos pasan y Bellingham los aprovecha hasta el hueso. A Ancelotti le pidieron después del partido la comparación del inglés con Zidane. Que se hable en esos términos de un jugador que sólo lleva tres meses en el Real Madrid, ya es más que suficiente para explicar su impacto.
El técnico italiano, que debería guardar sus conferencias de prensa para impartir un máster universitario -se haría rico-, declaró que Bellingham es la quintaesencia del futbolista moderno, una mezcla perfecta de poderío físico, recursos técnicos y máxima funcionalidad. Ancelotti elogió a Bellingham como merece, reconoció que le había sorprendido su facilidad goleadora y concluyó su discurso con un detalle de enorme inteligencia. Ahora que su jugador recibe adjetivos que no bajan del superlativo, consideró que la técnica de Zidane era superior.
Fue una manera de humanizar al personaje, de no bañarle en el jabón que tantas veces amenaza las carreras y los comportamientos de los jugadores. Y hasta cierto punto, le señaló un apetitoso desafío: obligar a Bellingham a llevarle la contraria. Son los matices que Ancelotti desvela aquí y allá en sus intervenciones ante la prensa. Lo dicho, debería de inaugurarse un ‘Máster Ancelotti’ de comunicación.
Bellingham se apoderó del partido frente al Nápoles. No lo soltó hasta marcar el gol de cada día y darle un alegrón a Joselu, que pasó un mal rato en el segundo tiempo. No afinó en tres remates y la frustración se le notaba en el gesto, la peor noticia posible para un delantero centro, más aún del Real Madrid, donde todo se mira con lupa en cada encuentro. Una mala racha de cualquiera empuja a juicios sumarísimos.
Joselu aprovechó un sensacional pase de Bellingham para marcar el cuarto del Madrid, en el último minuto además, el minuto de la liberación para un delantero que necesitaba olvidar penas. Luego se dirigió al fondo para pedir perdón públicamente a los hinchas por los remates fallidos, un gesto que, sin duda, le traerá simpatías extra, pero improcedente en términos profesionales.
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