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Barça SAD: el musical

Hace poco más de un año que los socios y socias del Barça eligieron a Joan Laporta para reconducir un club que hacía aguas en lo deportivo, en lo económico y en lo institucional. Pesó a su favor la nostalgia, dicen, entendida en este caso como la experiencia probada del dirigente que sucedió a Gaspart y salió del intento con la vitrina llena de títulos, una plantilla de valor incalculable y un balance económico positivo (esto no lo digo yo, lo dijo un juez). En estos mimbres se pueden encontrar razones de peso suficientes para pensar que, como él mismo se encargaba de recordar en una reciente entrevista al New York Times, Laporta no es ningún kamikaze.

La democracia, querido lector, es lo que tiene. Algunos ya no se acordarán, pues la última vez que eligieron presidente gastaba yo melenita de estrella del rock y conducía un Opel Corsa de segunda mano. Cero reproches, no me malinterpreten: es su cultura y hay que respetarla. En Barcelona también gustó, al menos durante un tiempo, ese modelo de gestión en el que cuesta distinguir al presidente del propietario, al club condominio de sus socios y a la SAD de facto. Pero llegó Messi, le puso un cascabel al gato, y enseguida vieron los socios el peligro al que se enfrentaban, de ahí que optasen por un Laporta mucho más imperfecto y, al mismo tiempo, más previsible.

Las alegrías se dan por descontadas cuando uno vota por un candidato como Laporta, también en lo económico. El tiempo dirá si su gestión salvó el club por segunda vez o si lo condenó al destino que tan arteramente preparaban sus últimos antecesores en el cargo. De momento, el Barça no ha tenido que vender a Pedri ni a Ansu Fati, como aventuraron algunos especialistas. Se conforma, entre anuncios apocalípticos de Barça SAD: el musical, con activar unas cuantas palancas económicas que causan la misma hilaridad entre los aficionados rivales que en su día causó el famoso círculo virtuoso. Y por fortuna, también sabemos lo que viene después: lamentos varios, ingenio periodístico y acusaciones de dopaje para explicar, en diferido, lo que el mundo entero había disfrutado en directo. Corran a por sus entradas, que se agotan.