Barbastro, Barcelona, Barbecho
Humillado por tanta torpeza, con el honor hecho girones hasta en la camiseta de asas del baloncesto por el sainete Heurtel, suplicando perdón como un club menor, el Barcelona se plantó en Barbastro consciente del barbecho que se le avecina. Que se quede el vestuario, lo mejor de este club, y se vayan de una vez los del palco. Desde que Catalunya perdió el discreto encanto de la burguesía, su ejército desarmado se ha ido quedando progresivamente sin mando, sin estado mayor, sin seny, sin nada. Es hora de que un empresario burgués, si puede ser del textil aún mejor (puede que resista alguno) vuelva a poner orden en este caos. En caso de que no quede ningún apellido que nos remita a la revolución industrial, podría valer el dueño de unas bodegas de cava, de un banco, o incluso el propietario de unos chaflanes, alguien que sepa de números, facturas y plazos. En estos últimos tres lustros hemos hipotecado el 50 por cien de muchos de nuestros ingresos para el próximo medio siglo y ni siquiera podemos inscribir a los jugadores fichados.
El barbecho es una técnica antigua, pero tiene sus efectos positivos, como oxigenar las tierras sobreexplotadas. Nos puede venir bien en el latifundio del Camp Nou. Eso sí, exige algo de tiempo, pero recordando el bucle de torpezas sin fin que ha sufrido este club desde la llegada de Rosell, Bartomeu, y compañía, casi mejor no tener prisa.
Sigue el canal de Diario AS en WhatsApp, donde encontrarás todo el deporte en un solo espacio: la actualidad del día, la agenda con la última hora de los eventos deportivos más importantes, las imágenes más destacadas, la opinión de las mejores firmas de AS, reportajes, vídeos, y algo de humor de vez en cuando.