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Australia levanta el castigo

El cierre de temporada de Rafa Nadal, la coronación como nuevo número uno de Carlos Alcaraz y el desarrollo de la competición de las ATP Finals han copado los principales titulares del tenis, mientras irrumpía otra noticia de enorme calado en este deporte: Novak Djokovic podrá jugar el Abierto de Australia si lo desea, y ya ha expresado que sí lo desea, después de que el Gobierno del país aussie haya derogado la prohibición que le impuso tras su deportación por no estar vacunado contra el coronavirus. Las condiciones han cambiado desde los escandalosos sucesos de enero, porque este tratamiento médico ya no es obligatorio para cruzar sus fronteras, así que no tiene mucho sentido mantener el castigo a Djokovic. Y también han cambiado los gestores que dirigen Australia: la expulsión se produjo con el liberal Scott Morrison como primer ministro, un cargo que ahora ocupa el laborista Anthony Albanese. El detalle no es menor, porque, si recuerdan el caso, la decisión final la tomó el ministro de Inmigración de entonces, Alex Hawke, que tenía esa potestad excepcional, incluso por encima del dictamen de un juez que no vio motivo para condenar al serbio. En definitiva, fue una decisión política, en un país donde las fronteras son sagradas, igual que lo ha sido ahora el levantamiento de sanción por parte de Andrew Giles.

Política aparte, su regreso es una noticia transcendente, porque Nole no es un jugador del montón, sino el tenista que ostenta el récord de victorias en este Grand Slam: nueve. El Open de Australia es a Novak Djokovic, lo que Roland Garros a Rafa Nadal. Su participación asegura que la temporada de 2023 se dispute en una igualdad de condiciones que no hubo en 2022. Y no sólo por el caso de la famosa vacuna de Djokovic. Recordemos que Daniil Medvedev y Andrei Rublev tampoco estuvieron en Wimbledon por el veto a Rusia. El próximo curso comenzarán a competir todos contra todos. Es más justo.