Aumento de partidos, subida de tensión
Este España-Georgia tuvo la mitad de share que el de la Eurocopa. El mismo rival, pero distinto interés.


Las audiencias. El España-Georgia del pasado sábado, crucial para la clasificación del Mundial de Estados Unidos, Canadá y México, congregó a 3,4 millones de espectadores y alcanzó una cuota de pantalla del 32,7%. Estas mismas selecciones se vieron en octavos de la Eurocopa de hace un año y sentaron frente al televisor a 10,4 millones de españoles, un 64% de la audiencia. Mismo rival, diferente interés. La goleada a Turquía de septiembre se quedó en 3,6 millones. La derrota ante Portugal de la final de la Nations League se fue hasta los nueve. Los datos muestran una pasión muy variable hacia la Selección fácilmente entendible.
La clasificación. A diferencia de que lo sucede en Sudamérica, donde el entusiasmo por el equipo nacional es muy constante (el último Argentina-Venezuela del premundial, con la albiceleste ya clasificada, superó en algunos momentos el 80% de cuota de pantalla), al aficionado español solo le despiertan de verdad las grandes citas, fundamentalmente porque las miniliguillas de clasificación se han vuelto rutinarias. Cada vez se abre más el acceso a las fases finales y cada vez resulta más sencillo acudir a ellas, aunque ahí está Italia, ausente en los dos últimos Mundiales y camino de una repesca en este, para vestir de azzurra la excepción.
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Las ventanas. Y esa percepción ha calado en los jugadores y en los clubes. Menos en los primeros, que también juegan para sí mismos y sus registros, amén de la vinculación sentimental con sus países; más en los segundos, expuestos a un calendario insoportable. Siempre existió un tira y afloja entre federaciones y clubes, pero nunca como ahora en estas ventanas, donde esos equipos ven que se arriesga a los jugadores en partidos a menudo intrascendentes para sus propietarios (apunten el 10-0 de Austria a San Marino), que no para los seleccionadores. Que todos tengan parte de razón no soluciona el problema, que no es otro que el exceso de partidos.
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