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Arsenio Iglesias: raposo antes que bruxo

Puede que nadie haya explicado Galicia como lo hacía Arsenio Iglesias, ni siquiera Castelao. No en vano lo apodaban O Raposo, que no es exactamente un zorro pues el raposo gallego tiene otra mirada, otro caminar, otro acento distinto al de los demás zorros del mundo. “Arsenio, qué”, le preguntaba el primer periodista que tomaba la palabra en la sala de prensa de Riazor. Y ahí comenzaba Arsenio a explicarnos Galicia entera en base a noventa minutos de un partido de fútbol, aquel deporte denostado por las elitiñas intelectuales del país hasta que Arsenio se propuso sacarles los colores a base de trabajo, bondad e inteligencia.

“Lo que no quiero es que nadie me maldiga”, explicaba el propio Arsenio el día de su despedida como técnico del Deportivo, una especie de últimas voluntades profesionales que también podrían entenderse como parte de su testamento vital. “Me voy para que luego puedan abrazarme y no me anden maldiciendo en agosto”. Ese era su gran temor, o al menos uno de ellos. Siempre hay algo que temer en estos lares, por eso los raposos aprenden a levantar poco la cabeza y mucho las orejas, que es lo que hacía Arsenio cada vez que escuchaba armarse las escopetas. “Si discuten a Sacchi, ¿cómo no me van a discutir a mí?”, dijo en cierta ocasión sintiendo pena por los cazadores.

“Mucho que decir, poco que contar”, dijo en aquella rueda de prensa posterior al penalti fallado por Djukic, que es la mejor frase que nadie haya dicho jamás en cualquier contexto u momento de la historia: está todo ahí. Sus duelos dialécticos con Cruyff, que fue su némesis y también verdugo por exigencias del guion, nunca por gusto, forman parte de la historia universal de la literatura, tan alejados y a la vez tan próximos como el tulipán y la flor del toxo. “Están muy bien, me gustan, son ideales para calmar la tensión”, medio sonrió una vez hablando sobre chupachups, que era lo mismo que hablar sobre Cruyff. Casi todo el mundo lo conocía ya como O Bruxo de Arteixo, pero seguía siendo un raposo.