Alcaraz, con los pies en la tierra

No debe ser fácil ser Carlos Alcaraz, aunque cualquiera nos cambiaríamos por él. Como no debe ser fácil ser Lamine Yamal. Gente que antes de emanciparse ya es número uno en lo suyo. Chicos a los que ponemos bajo la lupa por cualquier cosa que dicen (o escriben en Instagram). Deportistas que aparecen de tanto en cuanto para hacernos felices y a los que les exigimos más de lo que cualquiera a su edad seríamos capaces de hacer. Por eso reconforta leer que Carlitos ha encontrado un ancla en la familia y en los amigos de El Palmar, como la ha tenido siempre Rafa Nadal. Porque esa es otra: en los espejos en los que se mira el murciano siempre aparece la imagen de Rafa, alguien único y difícil de comparar con cualquier otro dentro o fuera de una cancha.

Reconoce Alcaraz que aún se avergüenza cuando alguno de sus compañeros le señala como un ídolo. Señal de que todavía no se lo cree. Y eso es bueno, porque lo contrario indicaría que se va saciando su hambre. Campeón de Roland Garros, Wimbledon, el US Open, número uno más joven de la historia... Le falta Australia. Y el Masters y la Davis, dos objetivos que tiene en la mano en este final de temporada. En Turín amenazan Sinner y la pista indoor, pero es perfectamente posible ganar. En Bolonia, donde luego se jugarán la Ensaladera, el italiano se ha borrado y el murciano será el líder de España. Todo es posible, y con los pies en la tierra.

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