El poder de los rituales antes, durante y después de la competición
No es una manía: sino una herramienta que puede meternos de lleno en el partido.
Esta es la escena: toque de calzoncillo, hombro izquierdo, hombro derecho, oreja izquierda, nariz, oreja derecha y nuevamente oreja izquierda, nariz y oreja derecha. ¿Sabes quién es el protagonista?
Seguro que lo has visto en alguna ocasión, aunque serías incapaz de reproducirlo con exactitud. Hablamos de Rafa Nadal. En 2009, Toni Nadal, su entrenador, declaró que había hecho todo lo posible por eliminar el calzoncillo de la ecuación. No hubo suerte. O sí. Hoy es imposible entender el juego de Rafa Nadal sin esa calculada retahíla que precede cada saque y que, como él mismo ha aclarado, no es superstición, pues lo aplica gane o pierda. Ese ritual no lleva a Nadal a la victoria, sino al partido.
Una superstición es, por ejemplo, cuando un jugador no mira o no toca directamente la copa a la que opta con su equipo antes de jugar un partido (hablamos de fútbol). En el caso de Nadal es más sencillo y práctico: forma parte de un ritual de concentración. Él mismo lo compartió en 2020: “lo que la gente llama 'tics' son una forma de poner mi cabeza en orden”. Rafa Nadal no es el único ni mucho menos el primero.
Los rituales han acompañado al deporte desde la Antigua Grecia, cuando antes de iniciar algún evento se llevaban a cabo como forma de homenajear o entregar su destino a una divinidad en concreto. Deporte y ritual son conceptos que la historia entremezcla en muchas culturas, también en las precolombinas, asiáticas o africanas, entre otras.
Uno de los rituales ancestrales más evidentes es el haka neozelandés, que además ha llegado hasta nuestros días en plena forma y convertido en todo un espectáculo. En este ritual de origen maorí se combinan cantos, movimientos, voces y gestos sincronizados que hoy reconocemos perfectamente gracias a la selección de rugby de Nueva Zelanda. Una tradición deportiva que comenzó con la gira del equipo de rugby New Zeland Natives en 1888 y continúa con los All Blacks.
La costumbre de realizar el haka antes de cada partido internacional también ha sido adoptada por la selección femenina de rugby de Nueva Zelanda, así como por los equipos internacionales neozelandeses de otras disciplinas deportivas. No es un baile cualquiera y tiene un objetivo totalmente vigente: ancestralmente era utilizada por los guerreros maorí para demostrar su fortaleza física, unidad y orgullo e intimidar a sus enemigos. Como hoy.
Una manera de ‘meterse’ de lleno en la competición y ganar confianza, como en el caso de Rafa Nadal. Y como Mireia Belmonte, que hace algunos años confesó a Jesús Calleja que justo antes de competir lo que hace es escuchar reguetón. El ritmo la ayuda a activarse y alejarse de todo el ruido exterior. La música es otro elemento del que han tirado otros ‘grandes’, como Pep Guardiola. Con el City en casa ha sonado Don’t look back in anger, de Oasis, y con el Barça lo hacía Viva la vida, de Coldplay. El objetivo, el mismo: inspirar y concentrar a su equipo ante un partido importante.
¿Para qué sirve un ritual?
Los rituales nos sintonizan con nuestro centro, con la calma y el equilibrio. También con la acción que estamos a punto de realizar. Nos liberan de nuestras principales preocupaciones, miedos, estrés y sufrimiento. De todo aquello que sobrevuela una competición y que no tiene nada que ver con el deporte en sí mismo. Los rituales reconfortan. Nos dan confianza.
Un ritual nos ayuda a entrar y permanecer el mayor tiempo posible enfocados y a saber transformar los momentos de caos en aceptación (no lucha) para volver después de nuevo al centro. Al foco.
El ritual es una guía. Una línea de vida que mantiene al deportista sujetado al partido. Una manera práctica de mantener la energía y no dejarse llevar por la dispersión o el piloto automático. Son los (buenos) hábitos y las rutinas quienes por repetición sacan nuestra mejor versión e impiden que nos alteremos. No todo vale. Cada deportista buscará y se encontrará más a gusto con un ritual que con otro.
Los hay de mil tipos: escuchar una determinada música o canción, conjurarse y pronunciar unas palabras, hacer yoga, visualizar una escena o un recuerdo determinado, hablar con una persona cercana y afín. No importa la naturaleza ni los sentidos implicados (oído, tacto, vista, gusto…): de lo que se trata es de crear una secuencia de pasos que empoderan desde el primer momento.
Si quieres saber más historias curiosas de rituales no puedes perderte este podcast en el que descubrimos el ritual de la luchadora Teresa Méndez.