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MENTALIDAD IMPARABLE

Inteligencia emocional para no dejarse ‘vencer’ por las emociones

Van der Poel dedica el maillot amarillo a su abuelo y nos deja una lección de inteligencia emocional.

Raymond Poulidor celebra con su nieto Mathieu uno de sus títulos mundiales.

Las lágrimas de Van der Poel han resultado ser una especie de bálsamo para este agitado inicio de Tour de Francia con dos caídas desafortunadas y numerosas, una de ellas provocada por la pancarta de una seguidora. Las lágrimas del holandés y el homenaje a su abuelo, el legendario Poulidor, han ayudado a digerir mejor este inaudito y accidentado fin de semana. También a entender el papel de la inteligencia emocional a la hora de conseguir un objetivo determinado.

El de Van der Poel estaba claro desde la primera jornada, pero necesitó una segunda jornada para asestar el golpe de gracia que le ha vestido de amarillo, un maillot que nunca vistió su abuelo (pese a que subió ocho veces al podio). Sí lo hizo su padre. Sea como sea, la carga emocional que se escondía para el neerlandés tras la línea de meta era lo suficientemente grande como para necesitar un esfuerzo de gestión extra que no pudo asumir el primer día. “¡Va por ti, abuelo!”, exclamaba finalmente al siguiente mientras apuntaba al cielo con su mano.

Sea por los nervios del debutante, quizá, o la presión de un inmenso Julian Alaphilippe, no fue hasta el domingo que Van der Poel se alzó como ganador. Era su primera victoria en el Tour de Francia. Van der Poel cumplía un sueño para el que se empleó a fondo: “Calculé más o menos el tiempo que necesitaba gracias a la bonificación del primer paso por la línea de meta”, explicaba ante los medios. “La recompensa de lucir el maillot tres días más merecía la pena”, añadía.

Tenía un plan, sí. Pero lo importante es que la carga emotiva no se tornara en miedo o frustración ante la posibilidad de no conseguirlo o no tener más oportunidades como esa. En este escenario, juega un papel clave un tipo de inteligencia: la llamada inteligencia emocional. Es la capacidad que tiene una persona para reconocer sus propias emociones y las de los demás, distinguir los sentimientos y etiquetarlos apropiadamente, utilizando información emocional para guiar el pensamiento y la conducta, y administrar o ajustar las emociones para adaptarse al contexto o conseguir objetivos.

Cuando un deportista compite, llega a unos límites a los que solo no llegaría. Se coloca en situaciones extremas, de alto voltaje a nivel emocional y físico, que hay que saber gestionar. Hay una parte importante de talento y de habilidad física, pero por encima de todo está la parte emocional. No es teoría, es también ciencia.

Antonio Damasio, gran neurocientífico, demostró que si se seccionan las vías que van de la amígdala (emociones) al córtex (razón), aunque la persona mantenga la inteligencia lógica intacta, sus decisiones suelen ser erróneas. Nuestro cerebro necesita al corazón para pensar. Los sentimientos son imprescindibles para tomar decisiones, planificar, reflexionar y cumplen una función clave para activar al organismo y para relacionarnos con los demás. Ser humano significa sentirlas. Una obviedad que a veces olvidamos, ¿verdad?

Como en el caso de Van der Poel, conseguir un objetivo pasa por reconocer, tomar consciencia de las sensaciones y actuar. Hacerlo sumando lo mejor de los dos mundos: cabeza y corazón. Porque nuestra ‘cabeza’ siempre se va hacia más adelante. Quiere anticipar para protegerse y se pregunta antes de tiempo ‘qué pasará si hago esto’, ‘si hago lo otro’. En ese momento al deportista le asaltan muchos pensamientos, pero la clave está en estar centrado en esa competición. La cabeza desconfía, pero el corazón confía.

En ese preciso instante, uno debe centrarse en el presente y no anticipar el futuro. Como si se tratara de un entreno. De ahí una máxima muy recurrente entre los deportistas: “Entrena como si compitieras y compite como si entrenaras”. Tal y como sucede en el Tour, la victoria es una lucha titánica y salvaje por unas décimas. En la cabeza del deportista no existe nada más que lo que está realizando en el presente: no hay más que lo que mira, ve y siente, como un autómata que no puede distraerse en frentes futuros.

Van der Poel tenía una misión, un objetivo que trascendía lo deportivo y entraba en lo personal: dedicar a su abuelo la victoria y para ello se empleó en el presente, dejando de lado el miedo al fracaso. Todos los deportistas son conscientes de que, si están un poco nerviosos o alterados por el miedo, el fallo o las circunstancias externas, no van a rendir al 100%. Por eso es especialmente clave entrenar la fortaleza mental para gestionar mejor pensamientos, emociones y acciones en el desarrollo del deporte. Si quieres marcar la diferencia, te traigo 8 consejos para campeones que quieren ser mentalmente invencibles.