El constructor

Unico club del mundo obligado a ganar dos veces, en el marcador y en la retina del espectador, orgullo y maldición al mismo tiempo, el Barça quiere volver a ser alguien en el mundo del fútbol y ha apostado firmemente, sin mérito, por la única opción que le quedaba. De club capitalista y derrochador ha pasado a querer explicarse solo, qué remedio, desde la pureza de la propuesta de juego, llamando a capítulo a quien encarna en su persona la idea: Xavi Hernández. Pareciera que los últimos años han sido una riada de desgracias que desembocarían en este mar. A veces buscamos de manera subconsciente nuestra destrucción para alcanzar el destino soñado. Y muchas otras, la mayoría, manda quien no debe.

Xavi ha sido el mejor jugador español de la historia, el más dominante constructor de juego que jamás haya pisado un campo, un torrente de sabiduría futbolística en un cuerpo que no estaba hecho para correr y saltar. Ya era entrenador en el campo en el club de entrenadores por excelencia. Conoce, defiende y explica como un niño viejo el Juego de Posición, con una sencillez deslumbrante, una convicción pétrea, a medio camino entre el iluminado y el ingenuo. Esto genera recelos no solo en los rivales, sino en la facción del barcelonismo que cree que el Barça puede ganar fichando centrocampistas poderosos. Y no. Él lo sabe: el bueno es Pedri.

Así lo explicó él mismo a Martí Perarnau: "Paso y me voy o paso y me quedo; miro, me ofrezco, te ayudo, paro; sobre todo abro el campo. Esto es el Barça". Su éxito será saber transmitir los porqués, tienen más que ver con la inteligencia y el orden en el espacio que con masticar césped. Tan pedestre es el devenir del Barça actual que, además de una idea, Xavi representa la píldora que cambia tristeza por ilusión. Le toca la lenta y terrenal tarea de concretar los conceptos y promesas en actos. El hijo pródigo vuelve a casa en una noche otoñal, pero es él quien debe salvar al padre. "Esto es el Barça". El futuro está hecho de caminos olvidados.