Sergio Ramos midió mal el síndrome del veterano

Sergio Ramos midió mal. Al Madrid y a Florentino. Es un error que he visto muchas veces. Los veteranos jamás aceptan dos cosas: la suplencia y la retirada. Cuando una de las dos, o ambas, se aproximan calculan mal sus opciones y se llevan un baño de realidad. Sergio sólo ha jugado cinco partidos desde enero, se ha operado de la rodilla, tiene 35 años y recibía una ficha de 14 millones de euros netos (28 era su coste anual total para el Madrid). Sus números no cuadraban esta vez con el rendimiento en un Club que ha perdido 270 millones de euros en el último año de pandemia. Son variables que él puso por detrás de su trayectoria, pero que el Madrid puso por delante. Se llama negociación.

Sergio Ramos lamenta salir del Madrid por desconocimiento, por no saber que la oferta de renovación que se le hizo hace seis meses tenía fecha de caducidad. En realidad, forzó temerariamente hasta el último segundo a la espera de que el club abriera la mano y consintiera en las dos temporadas que reclamaba. Por medio le dijo al presidentes en el hotel Huerto del Cura, en Elche, el 30 de diciembre pasado, que planificara la siguiente temporada sin él. La consecuencia fue que el Madrid fichó a Alaba. Se llama negociación.

Frente a Sergio Ramos tenemos el contraste, por ejemplo, de Gerard Piqué. El Barcelona decidió renovar a su capitán hasta los 37 años. Fue Bartomeu quien firmó. Bartomeu estaba con el agua al cuello, pendiente de una moción de censura, y tiró con lo que pudo. Piqué vio el hueco y se coló. Ahora Laporta trata de reconducir la situación y pide revisar esas condiciones con Piqué, que tiene la sartén por el mango. Se llama renegociación.