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"El nuevo deporte de la bicicleta eléctrica"

Autor: Raúl Romojaro
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La polémica de las ebikes en la competición

La convivencia de las bicicletas eléctricas y las convencionales encuentra un nuevo escollo en el entorno de las carreras.

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La polémica de las ebikes en la competición

La integración de las ebikes en el ciclismo tradicional requerirá de tiempo y cierto esfuerzo. Es algo que ya hemos comentado en este mismo espacio, incluyendo las reticencias y prejuicios de algunos practicantes del pedaleo muscular hacia esta nueva tecnología. Un debate inevitable e incluso comprensible que en los últimos tiempos tengo la impresión de que se ha recrudecido en el entorno de la competición de mountain bike.

Observo en redes sociales las quejas, lamentos e incredulidad de colectivos y usuarios de pedelec respecto a organizadores de competiciones de esta modalidad que prohíben su participación. Me refiero, obvio, a las concebidas y diseñadas para bicicletas convencionales, que por el momento son las mayoría de las aparecen en el calendario español de eventos, pruebas o marchas federadas de mayor o menor categoría.

En mi opinión, la convivencia entre ambas modalidades (ya he comentado en alguna ocasión que prácticamente se podría catalogar al ciclismo asistido es un nuevo deporte complementario al habitual) es más compleja de lo que algunos suponen desde la distancia o simplificando el asunto. Para no alargarme en exceso, concreto las dos cuestiones para mí esenciales al respecto.

La primera es que los organizadores deben atender, cuidar y respetar a quienes han dado sentido a sus convocatorias, los que garantizan su continuidad y acuden en masa a ellas. Es decir, los ciclistas de toda la vida, los que siguen confiando exclusivamente en la potencia de sus piernas para afrontar un desafío deportivo. Y para un buen número de ellos, nos guste o no y dejando al margen la validez de sus argumentos, las ebikes son las hijas ilegitimas de un ciclismo adulterado. Así que mezclarse con lo que catalogan como dopaje tecnológico no es precisamente algo que les guste o les apetezca. Y yo, desde el otro rincón del cuadrilátero, lo puedo entender y desde luego respetar.

Parece, pues, presumible que son muchos las organizaciones que discriminan a las pedelec por este simple motivo, para no irritar a su clientela principal y evitar situaciones que seguramente les causarán más complicaciones que beneficios. Creo que se puede tener la certeza de que la tendencia cambiará con el tiempo, la proliferación aún mayor de las ebikes y la necesidad de cumplir también con un colectivo que por el momento, en relación al habitual, juega un papel meramente anecdótico en el terreno de la competición.

El desafío derivado de esta inevitable aceptación será materializar la convivencia en el mismo espacio de dos tipos de bicicletas y ciclistas bien diferentes, sobre todo en términos prestacionales. Desconozco las interioridades de la organización de una gran prueba de mountain bike, pero desde luego que no me equivoco al asegurar que sencillo no resulta y tampoco los medios serán siempre los deseables. Así que definir un formato en el que unos y otros se encuentren cómodo requerirá un esfuerzo de imaginación y recursos que veremos cómo se resuelve.

Pretender que las carreras sean unificadas me parecería un auténtico disparate. No tendría sentido que ciclistas musculares tuvieran que ganar o defender posiciones de carrera junto a otro que cuenta con la considerable ayuda de un motor eléctrico. Por supuesto que deberían existir clasificaciones independientes, pero el mero hecho de compartir espacio provocaría conflictos permanentes e incluso riesgos inasumibles. Y tampoco es fácil diseñar una dinámica en la que no se produzcan intromisiones en cualquiera de las dos direcciones, por lo que concretar una fórmula acertada tiene más miga de lo que pudiera parecer.

Así que creo que nos encontramos en un proceso de transición, la revolución imparable está en marcha y como cualquier gran trasformación se precisa de un periodo más o menos amplio para digerir los cambios y normalizarlos. Paciencia y respeto por parte de todos, junto a un ánimo conciliador y vocación de trabajo me parece lo más inteligente para una transformación que, tarde o temprano, se materializará en casi todos los aspectos.