Cómo se entrena un ‘globero’ con pulsómetro en una ebike
Controlar la frecuencia cardiaca es más sencillo que nunca gracias a la asistencia eléctrica.
No vamos a entrar de nuevo en un debate tan cansino ya como el del ejercicio que se hace pedaleando con una ebike. Cada cual es muy libre de pensar lo que considere al respecto, toda opinión me parece respetable aunque mucho más la de aquéllos que se pronuncian con conocimiento de causa, no desde el desconocimiento o los prejuicios.
Creo que todos los que utilizamos una bicicleta eléctrica tenemos la certeza de que te puedes cansar con ella tanto como desees. Es simplemente cuestión de utilizar de forma conveniente los modos de asistencia eléctrica y combinarlos con la entrega de potencia necesaria del ciclista para obtener el rendimiento buscado. En buena parte la ecuación depende de la forma física de quien pedalea, aunque indiscutiblemente la ayuda del motor es determinante para que podamos regular el esfuerzo del modo que se prefiera en cada momento o circunstancia.
En este sentido, para mí resulta muy valiosa la información que ofrece un pulsómetro. Puede parecer innecesario recurrir a este dispositivo de medición de la frecuencia cardíaca cuando precisamente nos referimos a una bicicleta asistida, pero en mi opinión se encuentra plenamente justificado. No pretendo, como siempre en este espacio, profundizar en la metodología de utilización de un pulsómetro ni en sus ventajas para el entrenamiento, para ellos existen innumerables artículos de personas mucho más cualificadas que yo, tanto periodistas especializados como sobre todo licenciados en educación física e incluso médicos.
Mi única intención con estas líneas es compartir con vosotros, sobre todo quienes se encuentren identificados con mi casuística, la manera en la que el pulsómetro me sirve con efectividad en mis salidas por la montaña. Mi estado de forma sigue dejando mucho que desear y a mi edad, superado la cincuentena, el control de la frecuencia cardíaca se antoja imprescindible para evitar disgustos.
Con este panorama, en el manillar de mi ebike siempre se encuentra un GPS para controlar la ruta que realizo y conectado por Bluetooth a la banda de pecho para la medición de las pulsaciones, que aparecen directamente en la pantalla principal del dispositivo.Ocasionalmente también utilizo un reloj inteligente con estas funcionalidades, aunque el sistema anterior me parece más fiable y completo.
En el intento, menos fructífero de lo que desearía, de evolucionar mejorando mi capacidad siempre busco emplearme a fondo en la medida de mis posibilidades. Es decir, mi modo habitual de asistencia es el Eco, el mínimo disponible en la pedelec y, por tanto, el que exige mayor entrega de mis piernas. En ese rango me muevo siempre que me resulta posible, incluso reduciendo el ritmo y subiendo piñones de cambio para evitar recurrir a un apoyo innecesario del motor.
No siempre, claro está, me resulta posible. Cuando me fallan las fuerzas o el camino apunta hacia arriba en mayor porcentaje del que puedo gestionar sé que la asistencia está disponible para acudir a socorrerme. En esos instantes es cuando más atento voy del pulsómetro, más allá de sensaciones (en ocasiones engañosas) disponer el dato preciso sobre el trabajo de mi corazón me permite saber si necesito más o menos colaboración del motor. Apuro el esfuerzo en la medida de lo posible con el objetivo de mejorar mi resistencia, aunque sin excesos y sobre todo sin riesgos.
Una vez que un modo más potente que el básico (rara vez el turbo, la verdad sea dicha) me permite superar la zona de mayor dificultad y mi corazón vuelve a funcionar en un rango saludable soy consciente de que puedo volver a reducir la asistencia y empezar a pedirle un poco más de potencia a mis piernas.
Y esta es una dinámica que repito una y otra vez, escucho a mi cuerpo, voy pendiente de mis sensaciones pero también confirmo que son las correctas con las indicaciones del pulsómetro. Se ha convertido en algo tan mecánico como saber a la velocidad que ruedo y los kilómetros que he recorrido, sólo que bastante más importante para mi integridad física.
Así que no me cabe duda de que estos dispositivos son el complemento ideal para poder disfrutar de una ebike con las mayores garantías para la salud. Mucho más en unos tiempos en los que acceder a esta tecnología ha dejado de ser patrimonio de los bolsillos más abultados, existen multitud de soluciones para realizar la tarea en un abanico de precios amplísimo y que arranca en cantidades asumibles diría que para una mayoría de ciclistas, utilicen o no una ebike.