Ojo, los ultras se están creciendo

El excelente espectáculo del derbi sevillano de chicas, ante 23.812 espectadores, terminado en empate con dos goles estupendos, fue afeado por cánticos del peor gusto de los ultras del Betis. Han sido frecuentes sus ataques a Caparrós, al que su fidelidad sevillista le ha granjeado el papel de enemigo predilecto del Betis, pero el de ayer, anunciando su muerte para la noche a los pocos días de hacer pública su enfermedad, produjo un efecto horrible. El suceso viene a integrarse en una ola, lenta pero firme, de crecimiento de los malos modos de los grupos ultras. La muerte absurda de Jimmy creó una especie de espíritu de enmienda general. Pero ha pasado el tiempo y esto se avería de nuevo.

Por un lado y otro se nota que se están creciendo. Se dejan ver más, se vuelven a creer importantes. Entran tarde por los horarios de Tebas o hacen ‘huelga de animación’ por cualquier cosa. Porque los jugadores no nos saludaron en Turín, o porque nos registran cuando vamos por ahí, o por las entradas para tal final. Vuelven las citas para pelearse. Vuelve una malsana solidaridad entre unos y otros contra las fuerzas del orden. Vuelven poco a poco a transformarse en grupos ultras, abandonando eso de ‘grada de animación’, que se creó, con registro incluido, en una especie de pacto civilizado que la gran mayoría siguió. Vuelven a su ser: la barbarie, el insulto, pronto la agresividad.

El fútbol debe ser severo con esto. No se les quiere entre nosotros, se nota en la frialdad, cuando no reproche, con que el resto del público, que les decuplica o más en número, acoge sus jaimitadas. Es cierto que a todos nos gusta su colorido, su constante animación, sus canciones cuando son de amor al club, o de cualquier sentimiento de exaltación positiva. Pero eso no les da derecho a creerse más de lo que son, y abrir la mano con ellos trae muy malas consecuencias. Caparrós sigue felizmente vivo cuando cierro este artículo, y tan contento, porque los suyos han ganado. Pero todos nos acostamos un poco avergonzados por haber oído ese cántico de los radicales del Betis.