Joe Namath, el George Best de la NFL
Díscolo y juerguista, el quarterback de los New York Jets fue leyenda dentro y fuera del campo.
El fútbol tuvo a George Best. El fútbol americano tuvo a Joe Namath.
Nació en Beaver Falls, en Pensilvania, descendiente de inmigrantes húngaros (el apellido originario era Nemeth). Su padre fue un trabajador de altos hornos en Pittsburgh. Ese tipo de gente que se mataba por el porvenir de sus hijos.
El chico creció fuerte y espabilado. Jugaba bien a todo. Le mandaron becado a Alabama, donde cayó en manos del gran Bear Bryant, un gurú del fútbol americano. Grande, rápido, inteligente, de brazo poderoso, modeló en él un gran quarterback. También era díscolo, juerguista y bronquista. El tercer año le apartaron, pero al cuarto, llevó al equipo al título universitario. Ya sonaba.
Por entonces había dos ligas profesionales: la NFL, la buena, y la AFL, la mala. Sonny Werblin, capo de los New York Jets, pensó en aquel chico para lanzar su equipo y hasta su liga. Le fichó con un pago de 475.000 dólares, que duplicaba lo que ganaban las figuras de la NFL. Una inversión mirada como ridícula desde la NFL, pero que les dio celebridad a Namath y a los Jets. Estábamos en 1965, él tenía 23 años.
Se compró un ático en la 70 Este que por dentro era un delirio. Alfombrado en piel de llama, empapelado con colores sicodélicos, grifería cromada en oro, cojines forrados en piel de leopardo de las nieves, sábanas satinadas, un espejo sobre la cama, para disfrutar mejor de sus conquistas y que ellas disfrutaran mejor de él. Y una gran barra, perfectamente surtida.
Frecuentó a las bellezas más deseadas de la época: Raquel Welch, Ann Margret, Margaux Hemingway, Farrah Fawcett Majors… Esas eran sus compañías, y también el clan Frank Sinatra-Sammy Davis-Dean Martin, con los que trasnochaba, en compañía de algunos de miembros destacados de las Five Families.
Todos le querían en sus fiestas. Le apodaron Broadway Joe. Anunció de todo. Rodó películas, una de ellas con la impar Ann Margret, que se estrenó en España con el título equívoco de La familia Manson. No tenía nada que ver con Charles Manson y su crimen. Era una roadmovie en la que hacía de motero, otra de sus pasiones. Tuvo su propio talk-show en televisión, The Joe Namath Show.
El paleto de Beaver Falls se emborrachaba de Nueva York, donde a su vez se convirtió en el favorito de la ciudad. Era un escándalo con piernas. Vestía al modo de Carnaby Street. Su abrigo blanco hasta los pies, con el que aparecía en el banquillo cuando no podía jugar por lesión, fue pasto de todo tipo de comentarios. Sus declaraciones estaban a la altura: “Preferiría ir al Vietnam antes que casarme”. O: “Sólo bebo en dos situaciones, sólo y acompañado”.
Se despedía de todos con un buen desayuno remojado en cerveza e iba directo al entrenamiento, pero jamás faltó a ninguno. Dormía por las tardes.
A partir de 1967 la NFL accedió a cruzar a su campeón con el de la AFL. No se llamó Super Bowl, sino Campeonato del Mundo, pero ya circuló espontáneamente el término. Las dos primeras las ganó con claridad el representante de la NFL, los Green Bay Packers.
En 1969 se llamaría oficialmente Super Bowl, aunque quedó para siempre con el nombre de Super Bowl III. Por la AFL llegaron los Jets de Namath. Enfrente, los Baltimore Colts. Namath anunció la victoria de los suyos, el fin del dominio de la NFL. Fue tratado de bocazas y chalado.
Ganaron los Jets, 16-7, con él como MVP del partido. Sorprendió al no utilizar su juego de pase, su gran especialidad (el año anterior había batido el récord de 4.000 yardas) para jugar a la mano al running back. Una lección de maestría a cargo de un chiflado perdulario que fuera del campo era lo contrario de lo que se espera de un deportista. Aquel 12 de enero de 1969 quedó como una especie de toma de la Bastilla. Dos años después, la NFL y la AFL se fusionaron.
Negocios dudosos
Namath lo celebró abriendo un bar, Bacheloors III, con miembros de tres de las Five Families. Pronto abrieron franquicias en Boston y Miami. Frank Rozelle, comisionado de la Liga, pensó que ya era demasiado y amenazó con expulsarle alegando cláusulas de su contrato que le impedían darse a ver en lugares con alcohol o entrar en sociedad con personajes poco recomendables.
Él ofreció una conferencia de prensa en la que anunció que su libertad estaba por encima de todo y que no renunciaría. Le expulsaron...
Pero intervino la ABC, tenedora de los derechos de televisión. Era la figura, había que arreglarlo. Fue el tema nacional. Se escribió que incluso intervino Edgar Hoover, a instancias de Nixon. Se llegó a un compromiso: vendió su parte en el establecimiento de Nueva York, pero mantuvo su participación en las otras franquicias.
Le retiraron las rodillas, en 1977, tras jugar 11 años en los Jets y un último en los Rams de Los Ángeles.
En 1984 se casó con la actriz Deborah Mays. Se divorciaron en 1999. Ha vencido dos episodios del alcoholismo. Vive en Florida, atendiendo sus negocios. Aún le buscan para algún programa, porque sigue siendo un tipo divertido. La serie Los Simpsons ha tirado de él de cuando en cuando.