Messi, el bloque y la rotonda

Se intuía el partido como el derbi más igualado de la década y resultó ser el choque más sencillo para el Barcelona lejos de casa en lo que va de temporada. Con un Messi imperial, un Suárez batallador y un Dembélé que comienza a volar de azulgrana (en Cornellà-El Prat de rosa), el líder se lo pasó bien ante el rival ciudadano. Se le exigía una puesta en escena muy seria y antes de llegar a la media hora la cosa estaba más que liquidada. 

Tras el acoso y derribo a Dembélé por sus constantes muestras de falta de compromiso, el francés parece que se ha puesto las pilas. Siempre que sale de inicio deja algo en las estadísticas, goles o asistencias, y esa versión del francés la quiere Messi para formar otro tridente demoledor en el sueño por conquistar la Champions League. Vidal encontró su hábitat en el Barça a base de dejarse el alma. Nunca supo hacerlo de otra manera. Ni en Chile, Alemania e Italia. Como Rakitic, pilar, al igual que Busquets en el centro del campo. Insustituibles. El entrenador quiere compactar el bloque y hacerlo fuerte para acumular confianza y acabar el año natural con nota. 

El Barça ni encontró ni tuvo rival en el RCD Stadium. Ni en el césped ni en la grada. Messi supo desconectar de un plumzazo la ilusión con la que llegaron los pericos al campo y consiguió que la gente fuera desfilando poco a poco a casa, evitando de esta manera que se produjeran las habituales e interminables retenciones que se viven cuando el Espanyol actúa de local. El derbi resultó ser una exhibición más de Messi, otra del quinto mejor jugador del mundo.