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SUSURROS DEL CAMPO

Un puñadito de humildad necesario para ser un buen cazador

Todos y cada uno de nosotros nacemos desnudos. No solo de cuerpo, sino también de conocimientos. Nadie nace educado, ni sabiendo nada de lo que va a ser este apasionante viaje.

Un puñadito de humildad necesario para ser un buen cazador

Todos y cada uno de nosotros nacemos desnudos. No solo de cuerpo, sino también de conocimientos. Nadie nace educado, ni sabiendo nada de lo que va a ser este apasionante viaje. Esto es una realidad que en el campo se convierte en sagrada.

Cazar no es sólo el hecho de tener el mejor equipo, y mucho menos, apuntar y apretar un gatillo, lanzar una flecha o hacer cualquier acción para llevarse una pieza a casa.

Cazar es la habilidad para ganar la partida a un animal en su entorno natural, es conocer un medio no habitual para nosotros hasta convertirlo en nuestro propio medio.

Es incontrovertible que, como en todas las facetas de esta vida, unos nacen con más cualidades que otros para ejercer una actividad, pero el ser cazador —además de ser don natural— requiere de aprender. Y, por ende, es esencial la humildad.

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Es manifiesto que debemos de ser capaces y contar con predisposición para seguir los pasos de alguien experto, aprender de sus silencios, de sus palabras, de sus gestos, de sus acciones...

Saber escrutar minuciosamente el entorno, conocer las carencias de los animales, sus costumbres y, aun siendo conocedores de todo ello, nunca dejar de aprender en cada salida al campo, por imperceptible que sea un detalle.

Muchos son los privilegiados que han tenido la fortuna de contar con seres queridos que les enseñaron desde la cuna; otros se han incorporado al mundo de la caza de manera más tardía y deben aprender de sus compañeros más veteranos en estas lindes.

Pero lo que es incuestionable es que en la caza no tiene cabida la prepotencia, el "yo lo sé todo" y, mucho menos, sitio para aquel que no quiere aprender. Este tipo de personas nunca serán cazadores aun llenando su morral de caza o teniendo impresionantes pabellones de caza en sus hogares.

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Podrán ser excelentes tiradores, personas con recursos para ir a destinos donde les sirvan la caza en bandeja de plata. Pero la realidad es que la caza "debe de ser sufrida y escasa", como decía un sabio. Disfrutarla poniendo pasión en cada paso que damos en el campo.

Cazar es poder superar retos en cada una de nuestras salidas al monte, y para ello, se debe aprender y escuchar a quien de ello más sabe, desde un perrero a un armero, desde un pastor a un abuelo, pero, sobre todo, la caza debe recorrer las venas al igual que lo hace nuestra sangre, dado que si no sale desde el corazón podrá ser muchas cosas, pero nunca será nuestra forma de vida.

Un adjetivo tan escaso en los últimos tiempos, la humildad, debe estar siempre en nuestro morral de caza. Condición sine qua non para ser CAZADOR (Sí, en mayúscula).

"Son cosas compatibles cazar y amar a los animales. Lo que nos impone nuestra moral es no emplear ardides ni trampas. Mi cuadrilla y yo hemos abandonado el campo cuando la canícula o las circunstancias meteorológicas hacían la caza demasiado fácil y la enervaban. Cazar no es matar, sino derribar piezas difíciles tras dura competencia. Esto explica que uno regrese más satisfecho con dos perdices abatidas contra pronóstico que una docena a huevo". Miguel Delibes