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PEDALADAS

#LaVuelta2018: las señas de identidad y la traca final

Andorra se ha colocado estratégicamente el penúltimo día, como se hizo en 2017 con el Angliru,o en 2016 con Aitana, o en 2015 con La Morcuera, o...

#LaVuelta2018: las señas de identidad y la traca final
PACO RODRÍGUEZ

Escribí esta columna en Estepona, después de que se anunciara el recorrido de la Vuelta a España 2018, el pasado sábado. Uno de los múltiples cambios aportados por Javier Guillén como director general a la carrera fue trasladar esta presentación al lugar de salida. La cosa comenzó en Sevilla allá por 2010, en una edición que también trajo el rojo para el maillot de líder, otro distintivo. Vincenzo Nibali se convirtió en el primer campeón enfundado en ese color en esta nueva era. Cada toque diferencial es un toque de personalidad para la Vuelta. Un sello propio. Siempre con un despliegue de cariño para las localidades integrantes, y siempre con alicientes para el aficionado. El producto sólo se vende con espectáculo, y se vende principalmente en televisión. Guillén y su equipo lo saben. El trazado de 2018 repite las señas de identidad de la Vuelta de los últimos tiempos: nueve finales en alto, nueve metas inéditas (tres en subida), guiños a la tradición (Lagos), kilometrajes cortos, mucha montaña (46 puertos), poca contrarreloj (41 km), pocos sprints (quizá seis) y una traca final.

El recorrido se convierte en la estrella de la Vuelta, por si acaso luego la participación no acompaña… Aunque también suele acompañar. Si tengo que señalar una etapa de esta edición es la íntegra en Andorra, dura y explosiva, con seis puertos concentrados en 105 kilómetros y 4.000 metros de desnivel acumulado. La jornada está inspirada en aquella que se celebró en 2015 con victoria de Mikel Landa. Apunten el nombre: ya ha confirmado su presencia. Ahora se ha colocado estratégicamente el penúltimo día, como se hizo el año pasado con el Angliru,o el anterior con Aitana, o en 2015 con La Morcuera, o en 2014 con Ancares... Otro sello oficial. Quizá me sobra el final en alto en la etapa previa de La Rabassa, que tampoco aporta tanto. En general prefiero la combinación de otras alternativas, más variantes, con montañas que no sólo se suben, también se bajan. Cada aficionado tiene una Vuelta en su cabeza. Pero el modelo de Guillén ha funcionado, así que renovaremos el voto.

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