Ni Erdogan vale como excusa

Cuanto más se aproxima el partido ante el Basaksehir más aumenta el vértigo en el sevillismo. Es el sino de una afición tan exigente, a veces en exceso, como cauta, desmesuradamente en ocasiones. Pero los datos son claros: el cuarto de España debe ser superior al segundo de Turquía, más aún cuando se trata del equipo con menos coeficiente UEFA de los que podían ser rivales de los de Nervión. Si a eso se le añade la inversión realizada, los nombres propios de la plantilla de Berizzo, el peso específico del Sevilla como club en Europa...

Es por ello que ni Erdogan, hincha declarado e impulsor del Basaksehir, debe servir de excusa. Al presidente otomano le acercan a los niños pequeños cuando acude al palco para que les otorgue su bendición pero, de momento, no mete goles en partidos oficiales (en amistosos como la inauguración del Basaksehir Arena, sí). El respeto es básico, pero las diferencias de nivel que en la teoría existen entre sevillanos y turcos debe llevarse a la práctica. El campo apretará, pero el ambiente no tendrá nada que ver con lo que se puede vivir en los estadios vecinos de Estambul. Y, además, siempre quedará la red de seguridad del Sánchez Pizjuán, aunque los deberes no se deben dejar para última hora. Ni siquiera en verano.