Necesitamos a Muguruza

Garbiñe Muguruza vive subida en un tiovivo desde que ganara Roland Garros el año pasado. En 2015, había llegado a la final de Wimbledon frente a Serena Williams, presentándose al mundo, e incluso tuvo cerca llegar al número uno en 2016 (se puso segunda). Desde su éxito en París en junio del año pasado, no ha conseguido ganar ningún torneo, este curso se ha retirado en cuatro ocasiones y sus pasos por los Grand Slam se han saldado con una segunda ronda (US Open), unos cuartos (Australia) y unos octavos (Roland Garros, del que se fue llorando presa de un terrible estado de nervios). Arrancó el año como séptima de la WTA y ha bajado hasta el 15º. Es la difícil digestión del éxito en una tenista de la que todos destacan su “ambición” y “autoexigencia”.

Pero Garbiñe tiene sólo 23 años. La necesitamos. El tenis español la espera como relevo de unos tenistas que ya pasan la treintena (Nadal, Ferrer, Feliciano, Verdasco...). Conchita Martínez, que influyó mucho en su decisión de elegir jugar por España y no por Venezuela, la dirige en el All England en ausencia de su técnico Sam Sumyk (asuntos familiares...). Si la sociedad funcionara, ¿por qué no consolidarla? De momento, hoy tiene la prueba de Cirstea y en octavos podría medirse a Kerber, la número uno. Una oportunidad para dar un golpe en la mesa. Serena ha ganado diez de los últimos veinte grandes y está ausente por maternidad; Sharapova, fuera tras su dopaje; la alemana tampoco está fina y vive de las rentas... Muguruza lo tiene todo para pelear con las mejores. Ojalá Conchita consiga templarla.