La rebeldía y voracidad de Baptistao

Retronaba a la salida de los jugadores en Butarque, en la primera visita de los pericos al estadio pepinero, aquella canción de Zombie Nation que acompasó tantos goles del Espanyol en Montjuïc, una sintonía que quedó para siempre asociada a Tamudo. Era un presagio. Con esa melodía como carta de presentación, el partido ante el Leganés no podía acabar a cero. Y, por increíble que parezca, el único gol llegó en el añadido y lo hizo el Espanyol. Increíble, sí, porque la producción perica fue sensiblemente inferior a la de los pepineros. A decir verdad, igual que en otras victorias a domicilio, véase en Málaga o el Villamarín.

Por un lado, triunfos así refrendan que el equipo de Quique no necesita hacer un partidazo para sacar petróleo, que le basta con mantener la portería a cero —sintomático que Diego López volviera a ser el más destacado— y asestar algún latigazo, la efectividad que no deja de acompañarle. Por otro, se constató que aún le falta la “voracidad” y la “rebeldía” que había pedido el entrenador. Hasta 103 pérdidas, una barbaridad para un Espanyol que pretende asociarse más y mejor como camino hacia la felicidad. O hacia Europa. Ese camino cuyo nuevo capítulo escribió esta vez Baptistao, que ha vuelto con todas las de la ley, y que se contradijo en el último instante: “El equipo no me ha echado de menos”, afirmó el miércoles. Su pepinazo lo desmintió.