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Una final con Messi en plenitud

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Una final la juegan veintidós, pero esta noche miraremos sobre todo a uno, Messi. Su aparición fulgurante se tradujo en cuatro Balones de Oro consecutivos, cosa nunca antes lograda por nadie. Luego atravesó un cierto bajón, inexplicable a su edad. Agotamiento mental, pérdida de ilusión, cambio de perspectiva por la paternidad, abuso de pizzas, como dijo Rexach... O todo junto, quizá. El caso es que durante muchos meses no fue el mismo. Pero este año ha tenido un renacer tremendo, convirtiéndose en un jugador más influyente en su equipo de lo que fue nunca, y tan decisivo ante el gol como antes.

El Messi anterior al bache era una perla gloriosa en un equipo magnífico, era un relampagueante finalizador, arrancando desde la banda o desde la media punta. No estaba en la fabricación del juego. Eso era cosa de los Xavi, Iniesta y demás. Era el mismo funcionamiento de La Roja, que ganaba sin él, aunque con marcadores más cortos, porque faltaban sus goles, claro. Pero ahora, regresado de su viaje a ninguna parte, físicamente afinadísimo, se echa atrás, concibe el juego con una madurez nueva, marca el ritmo, envía pases medidos al área o resuelve él mismo con apariciones fulgurantes.

Hasta el gol del otro día ante el Athletic pensé equivocadamente que había cambiado su juego obligado por una especie de pérdida prematura de agitación muscular. Que falto de la electricidad de otro tiempo, se había readaptado inteligentemente a sus nuevas posibilidades. Pero aquel gol ante el Athletic lo desmintió. Fue el Messi centelleante del año de los 91 goles. Ahora conserva aquello y tiene lo nuevo. Ya no es un acelerador final en un gran equipo manejado por otros, ahora es el que lo mueve todo. ¿Cómo puede enfrentar la Juve eso? No me extraña que las apuestas estén como están.