Messi, con hambre, es imparable

La selección de su país es la principal motivación de Leo Messi. Lo está demostrando en el Mundial. Cinco victorias en cinco partidos, los dos pies en las semifinales y la sensación de que él solo puede ganar la Copa del Mundo. Que La Pulga respire con fuerza es la mejor noticia para el fútbol y que esté motivado, para la Argentina. Acostumbrado a ganarlo todo con el Barça, a triunfar allá donde iba, a acumular galardones sin hacer feos, a coleccionar balones como trofeo de los hat tricks conseguidos, al atacante le quedaba aún una tarea pendiente: hacer feliz a su gente. Le quedan dos partidos para lograrlo y está tan enchufado en la película, que gente cercana a su entorno comienza a preocuparse por si al final no puede alzar el trofeo de campeón en Maracaná.

Aún así, nadie cercano a la familia piensa en eso. Sólo tienen en la cabeza apoyar al “enano”, tal y como le rebautizó el Chiquito Romero tras su gol in extremis a Irán en la fase de grupos. Pese a que mostró su afecto con el lesionado Neymar, rival acérrimo en el Mundial, pero al que le gana su relación amasada en el Barça, Messi sabe que si superan a Holanda está en la final y que si se midiesen a Brasil en Maracaná, tendrán mucho ganado. Está fino con el balón, rápido en la carrera, potente en la presión y trabajador en la defensa. Lo tiene todo para demostrar que la Copa del Mundo puede volver a la Argentina 28 años después. Entonces el líder fue Maradona y ahora quiere ser él. Messi, el prodigio, el mejor futbolista del mundo, que con hambre, es imparable.