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TRIBUNA LIBRE: La parábola del quarterback

Oscar Ercilla

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Este último training camp hemos visto como en uno de los últimos entrenamientos de los Packers Aaron Rodgers probaba su puntería con el balón, lanzándolo desde 50 yardas de distancia hasta un bidón abierto, encestando en él. Una barbaridad de precisión.

Sin duda Rodgers está entre los cinco mejores QB que juegan actualmente en la NFL, un autentico pistolero en el emparrillado capaz de disparar certeros lanzamientos a sus receptores en diferentes posiciones. La habilidad del QB de Green Bay es extrapolable a todos los QB que juegan en la NFL, porque llegar hasta allí, aunque seas suplente, es entrar en la élite de este deporte. Otra cosa es como rindas tú y el equipo.

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Pero, ¿qué es lo que hace que un QB este en las puertas del Olimpo o sea un simple mortal? Primero es necesario analizar cómo trabaja un QB en el campo. Jugada, ordenes, lectura de la defensiva y audible. Hike. El center le pasa el balón, si es en formación “I” a la mano, si es en “Shotgun” se lo lanzan. En una u otra debe colocar el balón entre sus manos con los dedos meñique y anular encima de las cuerdas. Todo esto mientras levanta la cabeza y comienza a leer los movimientos de sus receptores. Primero el principal y luego el resto, si este se encuentra cubierto. Y todo esto sin perder de vista a la línea defensiva que como perros sarnosos quieren ir a por quien tiene el balón. Entonces ve una mano en el aire y se decide. Arma el brazo, prepara el cuerpo y como un látigo lanza el balón al receptor, pero, como una máquina espacio-tiempo, no donde está sino donde estará.

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Todo, si se puede, en menos de tres segundos.

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Por lo tanto, lo que hizo Rodgers puede hacerlo cualquiera con mucha práctica. Sin presión, en un entrenamiento y como un juego resulta más sencillo. En la presión es donde se encuentra la élite.

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Y este rollo introductorio para explicar de modo científico que lleva al QB a ser preciso. Antes de seguir he de decir que no soy físico o ingeniero aeroespacial o aeronáutico, solo geólogo, así que si hay algún error en lo que voy a explicar, por favor, si hay un físico en la sala nos saque de dudas y me sepa perdonar.

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El lanzamiento de un QB se explica con una parábola. Son cálculos simples. Creo que todos los que hemos estudiado una asignatura con física hemos calculado alguna vez hasta donde llegaría la bala de un cañón dispara a una determinada velocidad desde un lugar concreto. Es exactamente lo mismo, pero en este caso entra un objetivo en movimiento.

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Los lanzamientos más habituales en un partido son los que rondan las 10 yardas. Son lanzamientos cortos, donde la precisión necesaria tiende a ser menor. Aquí es donde el QB debe saber elegir perfectamente a su receptor, puesto que tener a un defensor pegado puede acabar con un incompleto o una intercepción. Estos lanzamientos se realizan a un bajo ángulo, de unos 6º y a una velocidad de 90 Km/h, lo que hace que el tiempo entre la salida de las manos del QB hasta la zona del receptor sea de menos de medio segundo (0,44 s exactamente).

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Los problemas empiezan cuando aumentamos la distancia entre receptor y QB. Entramos en lo que he denominado como volumen de recepción, que defino como el espacio tridimensional donde el receptor tiene mayores posibilidades de atrapar el balón con una reducción mínima de su velocidad y sin tener que saltar o lanzarse al suelo.

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Este volumen implica una serie de variantes que son la velocidad de lanzamiento, el ángulo de lanzamiento y la velocidad del receptor. Las dos primeras definen la distancia a la que puede llegar el lanzamiento y el tiempo de vuelo. La tercera el área de recepción que también depende del tiempo de vuelo.

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El ángulo y la velocidad de lanzamiento son básicos en la fórmula clásica de una parábola. Ambas son las variables principales que determinan cuanto lejos puede llegar el objeto. Así a un mismo ángulo de salida, pero diferente velocidad, la distancia será mayor cuanta más alta sea la velocidad. Totalmente lógico. Por ejemplo tomemos a Drew Brees y a Brett Favre, de los que he podido conseguir cifras de su velocidad de lanzamiento. Brees lanza tan solo 52 mph (83,67 Km/h) (el promedio está en 57 mph) mientras que Favre alcanzaba las 63 mph (101,37 Km/h). Lanzando ambos con un ángulo de 15º, el QB de Nueva Orleans alcanzaría las 25,2 yardas de distancia. Brett las 37,0. 11,8 yardas de diferencia. Una barbaridad.

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Pero si modificamos el ángulo también variamos la distancia. A una misma velocidad la distancia aumenta cuanto más alto sea el ángulo de salida hasta alcanzar los 45º exactos, momento en el que comenzará a decrecer la distancia de igual modo a como aumentaba. Por ejemplo, con lanzamientos a 30º y 60º se alcanzaría la misma distancia.

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Entre ángulo y velocidad también controlamos el tiempo de vuelo. Este es el tiempo que tarda el balón en realizar la parábola completa y, como se supone, será menor cuando el lanzamiento se realice a bajo ángulo y alta velocidad. Esto tiene implicación importante en el volumen de recepción.

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La velocidad del receptor es necesaria para definir la base del volumen de recepción. El promedio de velocidad de los datos de los Combine, en concreto de la velocidad con la que realizan las 40 yardas, varía entre los 4,3 a los 4,6 segundos en posibles receptores (TE, WR, RB). Pero esta velocidad solo estará representa en un juego real al 75 % como máximo, debido a que hay que fintar, cambiar de velocidad, realizar movimientos en la ruta, para deshacerse de los defensores y que acaban mermando la velocidad.

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Así un receptor rápido, al 75% de su capacidad, alcanza los 7,63 m/s, mientras que uno lento los 7,13 m/s. Teniendo en cuenta las posibles rectificaciones en la carrera para tratar de realizar mejor la recepción mediante una desaceleración, que suponga solo el 70% de la capacidad, las velocidades cambian a 7,12 y 6,66 m/s. Con estas dos velocidades se obtiene un margen que es con el que puede trabajar el QB a la hora del lanzamiento y que depende del tiempo en vuelo del balón, puesto que a más tiempo mayor será la distancia que recorrerá el receptor, por lo que el margen de área superficial que ocupa el volumen de recepción se amplía cuanto más lejano sea el pase a realizar, de igual modo que aumenta el riesgo de intercepción por parte de la defensa al tener mayor tiempo de lectura de la trayectoria del balón.

De forma práctica podemos tener un QB que es capaz de lanzar el balón a 25,5 m/s (91,8 Km/h algo más de 57 Mph). Al efectuar el lanzamiento con 5º de ángulo, está realizando el estándar de 10 yardas. Si aumenta su lanzamiento a 10º, esto duplica su longitud, y para tratar de realizar un “Hail Mary” tendría que realizar el lanzamiento con 30º de ángulo, para alcanzar las 52 yardas de longitud.


Aún teniendo en consideración estos tres lanzamientos el volumen de recepción varía entre 0,28 a 0,32 m3, para el lanzamiento de 10 yardas, de 1,08 a 1,24 m3 para el lanzamiento de 20 yardas y para el Hail Mary tendría un volumen de entre 7,44 a 8,51 m3, como un trastero grande.

Para calcular esta área se tiene en cuenta el tiempo de vuelo, las velocidades de los receptores al 70 y 75% respecto a su capacidad máxima y un arco de 20º donde el receptor puede moverse en la dirección a la que se dirige el balón sin mermar en exceso su velocidad.


De este modo se obtiene que para el lanzamiento anteriormente resellado de 20 yardas para el receptor más rápido, se forman dos arcos de circunferencia con radios la distancia recorrida en velocidad al 75% (7,13 m/s) y la velocidad al 70% (6,66 m/s) respecto al tiempo de vuelo (0,89 s), cuyo centro, en ambos casos, es el punto en el que se encontraba el receptor en el momento del lanzamiento. Esto forma dos círculos concéntricos de 6,37 y 5,95 m de longitud, que tomando solo un arco de 20º, da unas longitudes de 2,22 y 2,08 m. Esto establece un área de 0,90 m2, que es el área donde se encontrará el receptor en el momento en el que el pase llegue a su destino, lo que equivale al cuadrado que forman 9 baldosas de 30 cm de lado formando un cuadrado.

Para ampliar al volumen se necesitaría saber la envergadura del receptor para determinar la altura en la que sus brazos son capaces de moverse para tomar el balón. Para un hombre de 1,90 m de altura he estimado que es de unos 1,20 metros para que recoja el balón sin tener que tirarse al suelo o tener que saltar. Así, finalmente, se obtiene un volumen aproximado de 1,08 m3, aproximadamente como dos armarios de cocina.


Lo único que no he tenido en cuenta en todos estos cálculos es el aire. Si se ve el resultado del “Hail Mary”, resulta muy poco común ver pases de 50 yardas, y es debido al rozamiento que el aire ejerce en el balón y que no he calculado (no he tenido las narices suficientes para hacerlo, sobrepasa mi capacidad actual). Esto provoca que el balón se vaya frenando en el camino y que su ángulo de caída sea mucho mayor que el de salida a pesar de que la forma del balón de football favorece el vuelo.

Otro aspecto del aire es la densidad. 28 de los 31 estadios donde se juega la NFL habitualmente se encuentran por debajo de los 300 metros sobre el nivel del mar (m snm) y dos de ellos, los de Atlanta y Arizona, sobrepasan ligeramente esta altura. El Everest se encuentra en el Mile Stadium de Denver a 1590 m snm, de ahí su nombre.


Tal vez os hayáis dado cuenta de que cuando se juega allí apenas hay retornos de kickoff o de punts. Esto es debido a que el balón vuela con mayor facilidad y llega más lejos. Allí la densidad del aire es la más baja siendo de 1,1 Kg/m3 respeto a los 1,25 Kg/m3 del resto de estadios, sobre todo los de alturas menores. A menor densidad, menor rozamiento. Tal vez John Elway pensó en ello cuando contrato a Peyton “muchos lo daban por acabado” Manning, quien debe realizar menor esfuerzo para lanzar el balón cuando juega allí.

Por último hay que tener en cuenta la variable meteorología la cual no influye en los nueve estadios cubiertos, por lo que se elimina la lluvia, la nieve, la niebla y por supuesto el viento en los lanzamientos.


Como conclusión se puede decir que los QB de la NFL son pequeños ordenadores capaces de calcular todas estas variables en décimas de segundo, modificándolas para combatir rozamiento, viento, lluvia y lograr llegar a un receptor en las mejores condiciones posibles, y todo esto con un corazón a altas pulsaciones, al menos ocho tipos enormes delante de él, con la mitad tratando de merendárselo y unos cuantos tipos correteando a campo abierto tratando de despegarse los de su equipo de los defensas como si fueran la fea del baile.

Otra cosa diferente es saber leer las defensas, las carreras de los receptores o tomar la mejor elección en momentos de tensión. Eso es otro cantar que solo se adquiere con la experiencia, que da a los QB de la NFL la categoría de semidioses. Ser un dios solo está reservado a unos pocos.

Este artículo se completa con un excel en el que se pueden hacer cálculos de la parábola de un pase (Descargar La parábola del QB)