Patriots 13- Ravens 28

Todo listo para la ‘Harbaugh Bowl’. New England se colapsa en una segunda mitad nefasta

Mariano Tovar


John Harbaugh es el entrenador principal de los Ravens. Jim Harbaugh, el de los 49ers. Ambos son hermanos y se encontrarán en Nueva Orleans en una batalla fraticida para decidir quien será el nuevo monarca en la NFL. Los Patriots, favoritos, fueron una sombra de si mismos en la ventosa noche de Foxboro.

No tiene mucho sentido contar la historia cronológica de este partido. No es cuestión de cómo ni cuando anotó cada equipo. Más bien es la historia de un colapso. Y la sensación de que los Ravens supieron sacar todo lo peor de New England.

Para empezar, Baltimore ganó el sorteo de campo y obligó a los Patriots a empezar atacando. Las cosas se torcieron para los locales antes de empezar el partido. Pese a todo, el primer drive de Brady fue marca de la casa. Variado y explosivo, aunque se atascó en las últimas yardas. Sólo anotaron un field goal. La defensa de Baltimore avisaba de lo que veríamos más tarde.


La primera mitad transcurrió sin grandes emociones. Un touchdown cada equipo, otro field goal de los Patriots. Los locales se iban al descanso seis puntos arriba (13-7), pero con la sensación de que su ataque no terminaba de arrancar y la defensa se apagaba poco a poco. Belichick siempre ha intentado repartir el juego de pase entre muchos receptores, pero en la primera mitad Brady solo encontró a tres: Hernandez, Lloyd y Welker. Lo peor es que éste último dejaba caer balones una y otra vez. En un momento del partido acumulaba más drops que pases completos. Eso no era lo peor para New England. Al final del primer cuarto se lesionaba Talib, pocos minutos después lo hacía Chung. La mitad de la secundaria fuera del partido antes del descanso.

Es curioso lo importante que puede ser un jugador para un equipo. Antes de la llegada de Talib, la defensa de Boston era un coladero. Incapaz de defender el pase y de presionar al QB rival. Tras la llegada del cornerback, procedente de Tampa, todo cambió radicalmente. La secundaria volvió a ser poderosa y el front seven se convirtió en una máquina de placar. Anoche, tras la lesión de Talib, volvimos a ver esa defensa sin norte, desordenada, incapaz de frenar cualquier ataque, que se había arrastrado durante toda la temporada 2011 y gran parte de la actual.


Y así empezó y transcurrió la segunda mitad, en una agonía interminable para los locales. Flacco lanzaba a placer. Su línea ofensiva, inconmensurable todo el partido, le daba todo el tiempo del mundo. Podía elegir receptor a capricho, porque enfrente solo había un grupo de muñecos sin norte.

Tras el colapso de la defensa llegó el del ataque. Brady no encontraba a quién lanzar. La defensa de Baltimore impedía que no encontrara objetivos claros y cada vez presionaba más. Al QB local le desapareció el gesto de asesino en serie que tanto amedrenta a sus rivales y se le puso la misma cara de “yo quiero irme a mi casa” con la que terminó Peyton Manning en la eliminatoria anterior. Luego llegó la conmoción de Ridley, la pérdida de balón consiguiente, las intercepciones a Brady, la falta de fe, la paliza…


Porque mientras un equipo encogía y encogía, para parecerse a esa caricatura que vimos el primer mes de competición y que parecía enterrada, los Ravens crecían más y más, conjurados para llevar a Ray Lewis a una última Super Bowl en su último partido.

Todas las dudas de Baltimore han desaparecido en tres partidos en los que se ha reivindicado como un equipo con soluciones para todos los problemas.

Hoy en Foxboro hemos visto a un equipo quedarse si alma mientras otro demostraba que si algo tiene de sobra es carácter. John, el hermano de Jim, ha conseguido que, por primera vez en la historia, la Super Bowl sea una fiesta familiar: el partido de los Harbaugh.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl

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