Una muerte escalofriante


Como muchos sabréis, el pasado jueves se suicidó Dave Duerson, un safety mítico de los Bears que ganaron la Super Bowl XX en 1986. Para algunos, ese equipo de Chicago, que asombró al mundo en la temporada de 1985, es el mejor que ha pisado un emparrillado en la historia.

La muerte de Duerson ha incendiado aún más el debate sobre los golpes violentos en la NFL, del que tanto se ha hablado toda la temporada pasada. José Manuel Moreno, corresponsal de AS en Nueva York, ha enviado un artículo, contando toda la historia, que os transcribo íntegro porque en el periódico aparecerá bastante mutilado por falta de espacio:


La NFL tiene en sus manos el cerebro de uno de sus mejores jugadores de los años ochenta que se suicidó la pasada semana porque se dio cuenta que ya no era el hombre que solía ser, a consecuencia de la progresiva perdida de facultades mentales por los muchos golpes que dio y recibió durante sus años en el fútbol profesional.

Dave Duerson fue uno de los mejores safeties de los años ochenta y en 1986 ganó una Super Bowl con el gran equipo de los Chicago Bears. En sus 11 años en la Liga fue seleccionado para jugar la Pro Bowl en cuatro ocasiones, y era conocido por los duros golpes que propinaba a los jugadores rivales que se cruzaban en su camino.

El jueves pasado se pegó un tiro en el corazón en su casa de Florida. En una nota que su familia reveló el lunes, asegura que "quiero que la Liga analice mi cerebro pasar saber porqué tengo estos dolores de cabeza, no puedo concentrarme, se me olvidan las cosas y las palabras y ya no soy el que era".

Duerson, de 50 años, no se suicidó con un disparo en la cabeza, sino en el corazón. Quería que su cerebro pudiera ser analizado por los doctores del hospital de la universidad de Boston para saber si sufría una encefalopatía traumática crónica, la enfermedad degenerativa que sufren muchos jugadores veteranos del fútbol americano después de abandonar el deporte.

Los especialistas de la universidad de Boston han calculado que un futbolista con una carrera de entre ocho a 10 años, recibe unos 1.000 golpes en la cabeza.

Según el doctor Chris Nowinski: "La mayoría de esos golpes tienen una fuerza similar a la de un accidente de automóvil y después de un tiempo la mente de los jugadores comienza a tener problemas emocionales y de conducta y finalmente termina en la demencia”.

José Manuel Moreno, Nueva York


La historia me ha dejado sobrecogido. Es escalofriante ponerse en el lugar de un hombre tan desesperado que escoge fríamente la forma de morir, para que los médicos puedan encontrar el problema que convirtió su vida en un infierno.

En todos mis artículos de este año he defendido que la violencia es parte de la esencia del football, y que los cambios en el reglamento que se han aplicado en 2010 solo han servido para desvirtuar nuestro deporte.

Ahora me imagino a un hombre con un arma en la mano, apuntándose al pecho y temblando desesperado antes de disparar contra si mismo y me pregunto si algo de todo esto tiene sentido.

Definitivamente, estos tíos nunca estarán suficientemente bien pagados.

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