El diván de Belichick


Cuando los aficionados de los Patriots salieron ayer por los vomitorios del Gillette Stadium aún no se habían recuperado del susto; Bill Belichick tampoco. Bajo su sombrero de Colombo y su gabardina retro se fue a casa con cierto tembleque y disgusto, a pesar de la victoria. Se bebió un vaso de tila mientras veía en la televisión cómo los Giants se autodestruían frente a los Eagles. Pero estaba harto de football. Se fue a la cama antes del final. Después de muchas vuelvas encendió la luz. Cogió el teléfono de la mesilla, marcó un número y esperó: “¿Panorámix? Necesito verte mañana mismo”.

Fue una noche de insomnio. De dar vueltas en la cama y darle vueltas a la cabeza. La imagen de su mayor pesadilla le rondaba una y otra vez. Se levantó antes de que amaneciera, desayunó, se vistió y se sentó para volver a estudiar, detalle tras detalle, todo lo sucedido durante el Patriots-Colts del día anterior. Un rato después consultó la hora, se levantó y salió de casa apresurado para no llegar tarde a la cita que había concertado la noche anterior. Y sí, lo habéis adivinado, era una cita con su psiquiatra.

“¿Qué tal, Bill, cómo estás hombre?”. Belichick contestó en un murmullo mientras entraba por la puerta apresurado sin estrechar la mano del doctor. Se tumbó en el diván y comenzó a hablar. Tenía la cabeza demasiado embotada como para perder tiempo con prolegómenos de cortesía. Lo único que quería era soltar lo que llevaba.

“’Pano’, amigo, durante el partido de anoche tuve episodios de doble personalidad”

“¿Qué me cuentas Bill? A ver, explícate”.

“Mira, tenía todo perfectamente atado. La planificación era la correcta y jugamos como no lo habíamos hecho desde hace mucho tiempo. Yo planteé el partido intentando sorprender e los Colts con un ataque muy balanceado. Green-Ellis y Woodhead son bastante explosivos. Con ellos estamos recuperando el potencial terrestre. Hace tres o cuatro años que no teníamos un juego de carrera tan peligroso. Brady se está aprovechando muy bien de ello. Durante toda la primera mitad lanzó pases a todas direcciones y la secundaria de Indianapolis corría de un lado a otro, incapaz de leer nuestro juego. Alargamos los drives durante muchos minutos, como a mí me gusta, y anotamos touchdown en todos los drives de ataque de que dispusimos. Además, Brady tuvo una protección de la línea maravillosa. Siempre tuvo tiempo y calma para buscar el mejor pase”.

“¿Entonces cual es tu problema?”.

“Déjame hablar y no me interrumpas. Sabíamos que nos enfrentábamos a unos de los peores Colts de los últimos años. Plagados de lesiones o de jugadores tocados, sin ataque terrestre y con muchos problemas para frenar la carrera. Manning tendría el peor grupo de receptores de los últimos tiempos, con Austin Collie tocado y Tamme como TE. La línea protege muy bien a Manning, así que decidimos olvidarnos de las cargas y acumular gente en la secundaria. Inteceptamos a Manning en su primer drive, conseguimos que tuvieran que despejar tras el segundo… ¡Les teníamos agobiados!”

“Perdona, Bill, tranquilízate. Ganasteis el partido, jugasteis bien, controlasteis su ataque… ¿Cual es el problema?”


“¿El problema? ¿Qué cual es el problema? ¡¡¡Manning es el problema!!! Cuando vio que estaba rodeado, abrumado, controlado… Cuando se dio cuenta de que no podría ganar el partido por los medios convencionales, se puso a jugar a la ruleta rusa. ¡¿Cómo puede alguien arriesgar tanto durante tanto tiempo?! Mira, ‘Pano’, si cualquier otro QB intenta jugar como lo hizo Manning le interceptamos veinte veces. A partir del 14-0 se convirtió en un kamikaze. Conseguíamos obligarle a jugar con terceros downs largos, mi defensa parecía impecable, pero cuando más ahogado y desesperado parecía, mejores pases lanzaba. Era desesperante. Y todo el rato en no huddle, lo que me impedía reajustar la defensa. Cada pase hacía más y más daño a la moral de mis jugadores, que veían cómo su ataque se volvía más y más indescifrable, más y más arriesgado, más y más peligroso”.

“Así que, durante el descanso, a pesar e que ganábamos 21-14 tuve que animar a mis hombres en el vestuario. “No podemos jugar mejor y no conseguimos distanciarnos” me decían. ¡¡¡Todos los años la misma historia!!! Estoy harto de su ataque sin reunión, de su improvisación. ¿Tú crees normal que un equipo se marche al vestuario asustado después de haber jugador la primera mitad perfecta?”

“Pero Bill, si llegasteis a tener mucha ventaja en el marcador”.

“Sí, pero fue por culpa de su entrenador. Pensó que ir perdiendo por siete puntos les permitía volver a jugar con un ataque convencional. Nuestro primer drive de la segunda parte se vio comprometido tras el único sack que sufrió Brady y ahí me entró mi primer ataque de doble personalidad”.

“¿Por qué?”

“No me atreví a arriesgar una intercepción. Su defensa contra el pase es muy peligrosa. Preferí ser conservador. Cuando ellos recuperaron el balón me temí lo peor, pero, gracias a Dios, Manning no uso el no-huddle, así que tuve tiempo de ajustar la defensa en cada jugada y conseguimos pararles. Brady siguió jugando desde entonces como los ángeles. Combinando pase y carrera les volvió locos. Las pocas veces que necesitó jugar con terceros lo hizo muy cerca del primer down. Y además volvimos a interceptar a Manning. Llegamos a ponernos 17 puntos por delante. Y eso que Edelman se dejó caer un balón que era touchdown. De los seis pases que Brady no completo, uno fue ese y los tres restantes llegaron a partir de ese momento.”

“¿Y entonces?”

“Entonces pasó lo mismo que en los últimos años. Diez minutos por jugar y tres anotaciones de ventaja. Manning, enloquecido, atacando sin reunión y yo sin poder ajustar la defensa. Estábamos desesperados. No metió un touchdown en un drive de tres minutos. Tres y fuera nuestro. Hicimos lo que debíamos pero, por primera vez en todo el partido, tuvimos dos incompletos en el mismo drive. Manning volvió a jugar a la ruleta rusa, sin reunión, jugándose el todo por el todo y volvió a hacernos un touchdown en tres minutos. Y daba igual lo que hiciéramos. ¡Lo completaba todo! Se pusieron a tres puntos con cuatro minutos por jugar y yo perdí el control de mi cuerpo”.

“¿Cómo?”


“Pues que apareció mi otro yo, el que se muere de miedo, el que pierde el control, el que toma decisiones absurdas. ¿Si un tipo que está viendo el partido por televisión sabe qué jugada voy a sacar, cómo no va a saberla la defensa rival? Volví a caer en la trampa. Pensé que podría consumir el reloj. No me di cuenta de que con Manning no hay reloj que valga. Green-Ellis consiguió un primer down con una carrera de 14 yardas y decidí seguir corriendo. No me acordé de que una semana antes, en Pittsburg, ante la mejor defensa de la NFL, mantuve el plan de jugadas también durante el último cuarto, cuando Big Ben me intentaba remontar, y fuimos capaces de devolverles todos los golpes. Pero con Manning no me sale. Soy incapaz. Me vuelvo previsible, me acobardo. Saqué otra carrera en el segundo down. Tenían a toda la defensa esperando la carrera, pero no fui capaz de reaccionar. Mi otro yo me atenazaba. En el tercer down y largo volviamos a estar vendidos. Ellos sabían que intentaríamos pasar y yo, en vez de alargar el campo, y abrir el abanico de opciones de pase de Tom, mandé una jugada rácana que me diera el primer down. Y menos mal que fue un pase incompleto. Si me quedo a una yarda me juego el cuarto down”.

“Estarías desesperado”.

“Estaba hundido. Todos estábamos hundidos. Manning nos la iba a volver a hacer. Tenía dos minutos y medio para atravesarse el campo y siguió jugando a la ruleta rusa. Sin reunión, jugándose el todo por el todo. Parecía que jugaban con siete receptores. Siempre había uno o dos sin marca. Eran imparables. Entonces apareció Sanders, no se muy bien de dónde, y logró la intecepción. No se lo digas a nadie, pero yo a esas alturas ya había manchado los pantalones”.

“Pues nada, hombre, no te preocupes. Olvida el susto. Habéis ganado, que es lo importante. Aprende de los errores y descubre la manera de frenar a Manning en no-huddle para otro año”.

“¿Otro año, otro año? ¿Tú que dices de otro año? ¿Crees que he venido a verte por otro año? Si Dios no lo evita, nos volveremos a ver las caras con ese loco en postemporada. Y yo no soy capaz de encontrar la manera de frenarle. Ni creo que seamos capaces de jugar tan bien como lo hicimos el domingo. ¡No quiero volver a ver a Manning en mi vida! Hasta me estoy planteando aceptar una oferta que me ha llegado de Minnesota. Ya sabes que han despedido a Childress. Estoy dispuesto a cambiarme de conferencia con tal de perder de vista a Peyton Manning. Es un diablo. Nadie jamás había conseguido hacerme terminar tan disgustado después de una victoria”.

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