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Johnson fue cabeza de turco

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Todo comenzó un 24 de septiembre de 1988. Ese día, el Comité Olímpico Internacional decidió intervenir en la escalada contra el dopaje. Lo hizo tomando como cabeza de turco a Ben Johnson. En él se daban las condiciones idóneas para aplicar un castigo ejemplar: campeón olímpico, plusmarquista mundial y canadiense nacionalizado. Las marcas que por entonces se conseguían eran asombrosas. Prueba de ello es que aún permanecen vigentes doce récords mundiales de la época. Los de Florence Griffith entre otros. En esos mismos Juegos de Seúl, cinco días después del caso Johnson, corrió los 200 metros en 21.34 segundos, marca con la que este año se hubiera proclamado subcampeona de España ¡en la final de hombres!

Contra Griffith, icono del atletismo estadounidense junto a Carl Lewis, no se actuó. Quizá no se encontrara ninguna sustancia prohibida en sus controles, pero tampoco volvió a correr. Al día siguiente de conseguir su prodigioso récord anunció sorprendentemente su retirada. Años después falleció en extrañas circunstancias mientras dormía. Los controles se hicieron más rigurosos pero nunca fueron suficientes, como demuestran las investigaciones judiciales, pues deportistas que jamás han dado positivo van cayendo según se desenmascaran las redes de dopaje. En España seguimos esta línea y ayer precisamente se aprobó una Ley Orgánica que combate más eficazmente el dopaje. Para que el hombre nunca pueda correr en 9.50.