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Una vida de fidelidad blanquiazul

Actualizado a

Quedan pocos en la plantilla del Málaga de aquella primera temporada en la máxima categoría del fútbol español. Uno es Vicente Valcarce, que dejó su Madrid del alma, vivió el ascenso a Primera División y se hizo un nombre futbolístico en el Málaga. Tuvo ofertas para irse. El Atlético de Madrid pujó muy fuerte por él, pero su amor malaguista, su familia, que es malagueña hasta las trancas; y el vivir en esta bendita ciudad, abortaron cualquier intentona rojiblanca. Ni el dinero le cambió de opinión. Con el Málaga pasó numerosas vicisitudes. En Segunda División estuvo una temporada en el banquillo por decisión de Joaquín Peiró. Se hizo pronto con la titularidad en la banda izquierda, que era un cañón, y le marcó al Barcelona en el Camp Nou en una noche histórica. También se queda en la retina la lesión tan grave que tuvo en La Rosaleda en el partido contra el Mallorca. Tardó en volver y en coger el ritmo y la forma. Luego llegó la Intertoto y la UEFA. Y otra renovación.

Ahora no lo está pasando bien. Algún ignorante le está intentando desprestigiar por el fallo de Zaragoza. Para hablar de Valcarce hay que ponerse en pie, cuadrarse y darle las gracias por los buenos momentos que ha dado y que dará en lo que le queda de contrato. Valcarce, Sanz y Edgar, que llevan tantos años en el Málaga, deben de ser idolatrados por la afición. Se quedaron renunciando a suculentos contratos, algo que otros no hicieron. Los seguidores valoran eso. Valcarce se puede asemejar a los Migueli (q.e.p.d), Benítez o Viberti. En Málaga se retirará, ojalá con un título, y vivirá con su mujer y sus dos hijos, que posiblemente sigan sus pasos. El Málaga es un sentimiento. Volveré.