Japón cerró el círculo
En 2023, Motegi fue el escenario en donde se confirmó el adiós de Márquez a Honda. Dos años después, fue testigo de la novena coronación de Marc como campeón del mundo.


“El reto más difícil de mi carrera ya lo he superado”. Y por eso está en paz. Marc Márquez ya tiene su esperado noveno título del mundo. Campeón por novena vez, séptima en MotoGP para igualar los tantos de Valentino Rossi. Después de casi seis años y otros tantos pasos por el quirófano. Cuatro ya solo por su fractura en el brazo, su peor pesadilla. Pero, al final, todos los males se han desvanecido. Cruzar la línea de meta con la bandera a cuadros supuso toda una liberación para el campeón del mundo, porque aunque todo dependiera del él corriendo en uno de sus circuitos favoritos, no era un fin de semana fácil. No es lo propio, pero después de tanto tiempo, los nervios se apoderaron de él. Y las lágrimas. Mucha emoción en un momento tan soñado.
Y Japón volvió a ser testigo de la historia. Más bien, Japón cerró el círculo del mayor regreso en la historia de MotoGP. Quizá también del deporte. Motegi ha sido escenario de hasta tres de sus siete títulos en la clase reina, pero sobre todo de un momento que fue todavía más determinante en la carrera deportiva del español. Y esa vez, las lágrimas no fueron de felicidad. Hace dos años, en 2023, en ese mismo circuito, Marc Márquez decía adiós a la marca de su vida. Aquel gran premio se confirmó lo que todo el mundo ya sabía: su etapa en Honda había terminado. Un año antes de lo que marcaba su contrato con los japoneses, pero con la necesidad de bajar unos cuantos escalones y ponerse a los mandos de una moto que estuviera a la altura de darle lo que buscaba. De asegurarle que no era su físico lo que le impedía volver a luchar por podios y victorias. Y lo encontró en Ducati. Lo encontró en Gresini, un equipo privado y pequeño que no le podía dar económicamente lo que tenía con HRC. Pero el dinero era secundario. Ellos tenían la mejor moto y esa era la prioridad. Aunque eso supusiera correr con una especificación anterior, es decir, la GP23 en el 2024.
Así que Japón abrió el círculo de su regreso. Aquel día, en 2023, comenzó una cuenta atrás para volver a ser campeón del mundo. Y quién diría que Motegi volvería a ser el escenario. Además, ese adiós a Honda estuvo acompañado con un podio el domingo que fue especial, porque fue el único de toda una temporada llena de bajas y caídas por una moto muy inestable. Pero ese día, los astros se alinearon. Allí, Márquez se prometió a ganar, por él y por todos los que habían formado parte de ese proceso tan duro. Y dos años después, lo consiguió.
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Pero podría decirse que la promesa real llegó hace un año. Con la cultura japonesa siempre presente, Marc Márquez presentó un casco especial para el GP de Japón del 2024... con un detalle que, entonces, pasaría casi desapercibido. Su casco presentaba la imagen de un Daruma, un muñeco japonés tradicional, con solo un ojo pintado. Así que Marc tenía un objetivo. Y es que al comprar un Daruma, los ojos están en blanco y se pinta uno al comenzar una meta. Para él, la del noveno título. No lo logró en 2024, así que el español optó por llevar exactamente el mismo casco en la edición de 2025, en su primera bola de título. El mismo diseño, con el mismo Daruma, con solo un ojo pintado. Y se hizo realidad. Su segundo puesto en Motegi fue suficiente para celebrar su noveno título. Ese domingo, Ducati le entregó un Daruma al que le pintaron el segundo ojo, porque el reto se había cumplido, simbolizando el compromiso y la motivación. Aunque, lo más curioso de todo es que fue Pecco Bagnaia quien le pintó el ojo a Márquez, porque hasta él, en el día en que regresó a la victoria, se rindió ante la locura de su compañero de equipo.

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