NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

DAKAR

El Dakar en sus manos

Isidre Esteve explica en AS la única diferencia entre su Hilux y el resto de coches dakarianos frente a los que compite. “Para mí ya es normal”, asegura.

Actualizado a
Isidre Esteve en su Toyota Hilux durante el Dakar 2022.
@CristianoBarniMediagé Comunicación

Cumplir la mayoría de edad suele ser un momento especial y el caso de Isidre Esteve en el Dakar, no iba a ser la excepción que confirmase esta regla. Después de mucho trabajo el catalán estrena prototipo, el Hilux T1+ de Toyota que se subió al podio en la última edición, pero hay algo que seguirá como siempre en este nuevo desafío: el sistema de mandos que le acompaña desde que se pasó a la categoría de coches. La lesión medular derivada de una caída en la Baja Almanzora de 2007 cambió su manera de conducir, pero no rebajó una competitividad que le ha llevado a cumplir todos los objetivos que se ha marcado dentro del mítico raid.

Su progresión ha sido tal que para este 2023 contará con un vehículo competitivo, de los más, cuya única diferencia son los mandos adaptados que le permiten conducir sin usar las piernas. A pesar de que al principio a Isidre le costó adaptarse a este sistema, para el catalán “ya es normal” todo lo que supone tener el Dakar en sus manos. Porque de ellas depende toda la actuación que haga una vez se sumerja en el desierto, para cumplir con los objetivos de una temporada donde llegan con opciones de todo. Las modificaciones realizadas por Guidosimplex ayudan a ello y su determinación, termina de hacer posible encontrar toda esa competitividad que se refleja en el volante.

Este es el elemento principal del Toyota del Repsol Rally Team, ya que es el centro de operaciones para Isidre. El volante incorpora dos aros, “uno por delante que es el freno, con un rodamiento que gira el aro sobre sí, y luego una platina por encima en la parte de delante que es el acelerador”, cuenta Esteve a AS. “Lo llevo todo ahí”, sigue narrando el catalán, sobre un sistema en el que necesita encontrar la perfección. No puede fallar nada y tampoco, un embrague que le recuerda en algo a su época sobre las dos ruedas: “La palanca de cambio es igual que en todos los demás coches, lleva como un pequeño latiguillo como si fuese la moto, que es el embrague”. Cuando acciona esa palanca, es el único momento en el que despega la diestra del volante para subir o bajar velocidades con el cambio secuencial. Y a partir de ahí, el coche reacciona.

Más allá de ofrecerle la posibilidad de competir, este tipo de adaptación “mecánica, el coche no lleva nada electrónico”, también tiene otras virtudes: “La dirección es rápida, con medio giro he girado todo el coche”. Pero ni siquiera todas ellas evitan que en determinadas ocasiones se le acumule el trabajo a Esteve: “Muchas veces cuando bajo por una pista a 170 km/h y debo hacer una buena apurada de frenada, con un giro en medio de la curva y tengo que bajar tres marchas, no puedo hacer todo a la vez. Pero lo he automatizado tanto que no me doy cuenta de que hago tantas cosas. Para mí hay un momento en el que es normal”.

Las sensaciones

Deja de ser tan habitual para la mayoría de personas a las que el catalán invita a subir al habitáculo: “Cuando hacemos un día de test para prensa o algo, todos se quedan sorprendidos con la cantidad de cosas que suceden dentro del coche”. Pero lo más sorprendente es que esas sensaciones que Isidre no puede percibir en las piernas y el tronco debido a su lesión para poder entender el comportamiento del coche, le llegan a partir del volante cuando afina el sistema: “Cuando los mandos funcionan bien, la sensación de la frenada y la aceleración es igual, puedo conducir igual que si lo hiciese con los pies”. Simplemente hay que cambiar el estilo: “Yo no puedo llegar a la cresta de una duna bloqueando los frenos y rompiendo la cresta porque no puedo hacer tres cosas a la vez. Las tengo que surfear de manera distinta”, pero no menos competitiva. Porque una vez más, el catalán demuestra como nada llega a ser “extraordinariamente imposible”.